CRÓNICAS MAITANAS: EDICIÓN ESPECIAL - LAS AVENTURAS DEL GORDO EN EL SUBTE
Entrada
del día 11/11/2015, 6:35 P.M.-Desde casa del gordo.
Para
los que no saben, soy niñera de un pequeño de 4 años llamado
Diego, hijo de unos amigos venezolanos. Por cariño, le apodamos «el
gordo».
Hace
una semana, el gordo y sus padres se mudaron de casa. Antes, vivían
a 3 cuadras de mi departamento, y a sólo una cuadra de su escuela.
Ahora, su nueva casa (y mucho mejor que la anterior), queda a 50
minutos en subte del colegio. Como podrán imaginar, tantos cambios
en la rutina, tenían que pasar factura de alguna forma.
Ayer,
el gordo tuvo un «accidente». Tuvimos que hacer escala técnica en
mi casa, para que yo pudiera dejar unas cosas y no cargar tanto peso
cuando lo llevara a la suya. Estando en mi departamento, me dijo que
tenía sed, y le di agua antes de partir. Después de 50 minutos de
viaje en el subte, el gordo decide informarme, cuando ya estamos
subiendo en el ascensor para ir a su departamento, que se está
haciendo pis. Sus brinquitos de impaciencia me alarmaron, y pensé
que no lograríamos llegar a casa a tiempo. Sin embargo, sí lo
hicimos, y al abrir la puerta le indiqué que fuera al baño de la
sala, por ser el más cercano. Mientras, yo iba a cerrar la puerta
del departamento, cuya llave se me había quedado atorada en la
cerradura. Lamentablemente, el gordo no me hizo caso, porque el baño
de la sala aún no tiene bombillos instalados, y hacer pis a media
luz no le causaba gracia. Así que se dirigió al baño del cuarto de
sus padres, perdiendo segundos cruciales.
Un
sospechoso silencio me informó que algo había ocurrido, y cuando
llegué al cuarto, confirmé mis sospechas: el gordo me miraba, con
ojos de carnero moribundo, parado sobre un charquito de pis. Con voz
arrepentida me dijo: «lo ziento». Después de tranquilizarlo, le
quité la ropita y procedí a buscar un coleto/trapeador/trapo de
piso, para limpiar antes de que su madre llegara, a su vez, le
escribí para preguntarle en dónde guardaba la ropa del gordo. Y en
ese mínimo instante en que me distraje, el gordo corrió a su
cuarto, y volvió montado «a caballo», sobre la caja de uno de sus
juguetes, pegando el culito y las bolitas al estuche. Suspiré
resignada y le pedí que dejara de estampar sus partes pudendas
contra la caja. Y me hizo caso. Trapeé un momento y lo hallé
sentado, esta vez con el culo y las bolitas en el piso. Me di por
vencida y lo levanté, ya habiendo recibido instrucciones de su mamá,
acerca de donde estaba la ropa. Cuando ella llegó, quedamos en que
yo debía decirle al gordo que hiciera pis, siempre que fuéramos a
salir de algún lugar.
No fucks were given that day.
Hoy,
no pensé que fuera necesario desviarme hasta mi casa para que el
gordo hiciera pis antes de montarse en el subte, total, él venía de
la escuela. Probablemente habría hecho pis ya, ¿no? Pues no.
Hallábame
yo muy cómoda en el subte. Era plena hora pico y yo iba sentada como
una matrona y con el gordo en mis piernas –todo el mundo le cede el
puesto a una mujer con un niño–. Así las cosas, interrumpió mi
burbuja de felicidad una vocecita que dijo alegremente: «¡me eztoy
haziendo mucho pipí!». En ese momento evalué mis opciones, y no me
quedó de otra que bajarme, a tan sólo 3 estaciones de nuestro
destino. Le pregunté al dueño de uno de los kioskos del subte que
cómo podía hacer, y me recomendó que fuera al Mc Donald’s que
estaba a media cuadra, en la vereda de enfrente. Y para allá fuimos,
el gordo ya pegando brinquitos. Afortunadamente llegamos a tiempo, y
el gordo logró aliviar su vejiga. Después volvimos al subte,
pagando nuevamente pasaje, y encontramos al kioskero, que amablemente
nos dijo que la próxima vez, le avisara que iba a volver, y él le
decía a un encargado del subte para que nos dejara pasar sin tener
que volver a pagar. Esto me hizo pensar seriamente en las ventajas de
ser madre…
La niñera insensible se ríe, mientras él va aterrado por los
ruidos del tren.
En
fin, retomamos el subte, y nuevamente me cedieron el puesto. Faltaban
solo tres estaciones para bajarnos, pero de repente, vi en la
pantalla que informa las estaciones, que estábamos arribando a la
estación anterior a donde estábamos. Es decir, ¡habíamos tomado
el subte en dirección contraria! Eso me extrañó, porque estaba
segura de haberme fijado que íbamos en la dirección correcta. Pero
la pantalla no mentía –o eso pensé–, y nos bajamos en lo que el
tren abrió sus puertas. Grande fue mi chasco, cuando me di cuenta de
que me había bajado sin necesidad, porque sí íbamos en dirección
correcta, sólo que la pantalla de información del subte se había
quedado atorada en una estación anterior. Así que ahí me hallaba
yo, con un niño de 4 años pegado a mi pierna, porque le dan miedo
los ruidos que hace el tren al arribar, con hambre (los dos), y
molesta por haberme tenido que bajar ya dos veces del tren.
Pero
nuestra aventura no terminó ahí, no señor. Volvimos a tomar el
subte. Ésta vez, sólo faltaban dos estaciones. Una vez más, una
mujer me cedió el puesto. El gordo y yo no dábamos más. Le dije
que después de la próxima estación, ya nos bajábamos. Pero le
mentí involuntariamente. En la estación anterior a nuestro destino,
estuvimos varados unos 15 minutos, hasta que el conductor del subte
anunciara por los parlantes que había ocurrido un arrollamiento en
otra estación, por lo que el servicio estaría suspendido. El gordo
me miró confundido y me preguntó qué era un «enrollamiento», y
yo maldije por lo bajo. Pero lo tranquilicé, y le dije que alguien
se había caído sin querer a la vía del subte, y ya lo estaban
ayudando a salir. No había necesidad de ahondar en qué estado
estaba saliendo ese pobre cristiano de las vías del tren. Luz a su
alma.
El gordo y yo hemos vivido tiempos más felices que éstos que les
estoy narrando.
Así
que el gordo y yo, ya cansados de la peregrinación que nos tocó,
nos bajamos a 4 cuadras de su casa, y comenzamos a caminar. Al gordo
ya había que llevarlo con carretilla, pero de verdad que la fuerza
de los brazos no me daba. Le pedí que le pusiera corazón, que
faltaba poco y él puso de su parte. Y poco a poco, despacito,
logramos llegar a casa, hora y media después de haber salido de la
escuela.
Como
siempre les digo, madres, ¡cómo las admiro! Si bien, el hecho de
recibir la atención y amabilidad de la gente en la calle por el
hecho de llevar un niño de la mano es reconfortante, también la
responsabilidad y el trabajo que conlleva encargarse de otra vida, se
merece mi más profundo y solidario respeto. Me gusta pensar que
estoy haciendo un buen trabajo de niñera con el gordo, y ayudando a
sus padres en ciertos aspectos, desde mi experiencia como psicólogo.
Sin embargo, la más pura verdad de toda esta situación, es que es
el gordo quien me está enseñando todo, y me está entrenando a mí,
para un futuro que quizá, no esté tan lejano como a mí me gusta
pensar.
Hasta
una próxima edición.
About author: Maitana Delgado
En este orden: Ser humano. Mujer. Emigrante venezolana en Argentina. Hija, hermana, amiga. Psicóloga egresada de la Universidad Católica Andrés Bello, Venezuela. Máster en Psiconeuroinmunoendocrinología de la Universidad Favaloro, Argentina en proceso. Facilitadora de Técnicas de Terapia Psicocorporal de ASOFIPSICOS. Escritora aficionada de mis aventuras desventuras. Practicante descoordinada, pero entusiasta, de pole fitness. Fiel creyente del humor como la mejor de las medicinas. Alma viajera con el monedero vacío, por los momentos. No puedo comer chocolate.
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Bravo Maiti! Y pobre gordo...
ResponderEliminarJajajaja, sobre todo pobre gordo
EliminarPero cómo gozamos juntos jajaja!
EliminarPobre esa criaturita de Dios las desventuras que pasan juntos jaja
ResponderEliminarJajaja se sufre pero se goza también!
EliminarMi gordo!!!! te va a volver loca!! imagínate las que yo paso con el jajajaja, pero es como dices finalmente él nos enseña mucho más de lo que le enseñamos a él! gracias por la ayuda infinita! no sabes cuanto te agradezco! al menos se que mi gordo está dándote un buen entrenamiento para el futuro jajajaj...que sigan las aventuras! wohooo!!!
ResponderEliminarJajaja y bastante que han seguido. Tranquila que el cariño es mutuo, y los aprendizajes, también!
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