CRÓNICAS MAITANAS: AVENTURAS DE UNA NÓMADA INCIDENTAL-PARTE II


Entrada del día 02/04/2015, 10:45 P.M.-Desde mi monoambiente, ¡POR FIN!
-Buenos Aires, Palermo: El próximo sofá que recibió mi agotado cuerpo y mi contingente de pertenencias, estaba ubicado en el apartamento de alquiler de una compatriota venezolana, también recién llegada a la Ciudad de la Furia. Aquí, afortunadamente, sentía que incomodaba menos a mi anfitriona, ya que solamente era yo durmiendo en la sala. Fue ahí donde pasé mis tres primeros días de clase, y en donde me di cuenta de que aquí, en verano, amanece a las 7 A.M. También aprendí que si me era difícil pararme temprano, despertarme cuando aún está oscuro y sin saber a qué hora sale el sol, me genera mucha confusión y hace que esa parte rebelde y perezosa de mí que detesta madrugar, tenga más argumentos para convencerme de que puedo dormir unos minutos más: “dice que son las 6:50 A.M., pero aún está oscuro. ¿Quién te va a dar clases a ti en esta oscuridad? A lo mejor ni dan clase. Además, ¿qué te hace pensar que no vas a lograr conseguir la parada del colectivo a tiempo? ¿Cómo que te vas a perder, si ya tienes dos días en la ciudad? Ya eres porteña. Claro que conseguirás el bus a tiempo”. Pues no. Cada vez que tomaba el colectivo me perdía. Bien fuera que no conseguía la parada correcta para tomar el colectivo, o que tomaba el 67 en vez del 37, o que me bajaba dos paradas antes o después del destino, adaptarme a la red de transporte urbano es una tarea que sigue en progreso. Sin embargo, todo fue peor cuando nos desalojaron imprevistamente un día antes del esperado, y en mi apuro por llegar rápido desde la universidad al apartamento, me volví a perder.
Tuve la suerte de llegar 15 minutos antes de la hora de desalojo, y saqué intempestivamente mis maletas y mi tubo, como pude, en dos viajes de ascensor microscópico. Me encontré en el lobby del edificio, totalmente “maleteada”, con mis peroles, mi almuerzo aún intacto (¡pero en su tupperware!), y sin saber muy bien a donde ir. Pero respiré, y desesperada pero resilientemente llamé a todos mis conocidos en Buenos Aires (ninguno contestaba), hasta que finalmente me contestó alguien que ya me había ofrecido amablemente su sofá, pero por los momentos estaba fuera de su casa. No importa, embarqué en un taxi mis pertenencias y me dirigí rumbo a mi próximo sofá. Hice caso omiso de la cara de pánico del taxista cuando vio todo lo que tenía que meter dentro de un Corsa 4 puertas, y lo tranquilicé. Ya había hecho este viaje en un carro igual antes, y sí cabía todo.
-Buenos Aires, Talcahuano: El portero del edificio en donde viven Guillermo Andrés Ollarves Peraza y Maria Daylen Zurbaran es un hombre sumamente amable, que me ayudó con mis maletas y me entretuvo mientras esperaba a que ellos llegaran, ya que estaban haciendo diligencias cuando les solicité asilo sociopolítico en su sofá. Una vez instaladas en su apartamento (mis pertenencias y yo), oí sus aventuras de resiliencia en Dublín y luego en Lomas de Zamora (zona a las afueras de Buenos Aires); y después, ellos recibieron a sus invitados, ya que justamente ese día estaban celebrando el “open house” de su apartamento, rentado hacía 3 semanas. Sentí pena de haber irrumpido tan bruscamente en su vida social y familiar, pero nuevamente fui bendecida con un recibimiento cálido y amable, que traté de retribuir de la mejor manera, aunque creo que llegué a asustar un poco a los invitados con mi aspecto devastado y el brillo demente de mis ojos cansados por 6 días de jetlag, viaje por dos países, y 3 mudanzas en 4 días después de aterrizar en territorio argentino. Tampoco estaba coordinando muy bien las ideas, pero Guille, Mari y Facundo –un famoso vino argentino de cajita equivalente al “Don Julián” venezolano-, se encargaron de alivianar mis pesares y transformarlos en fortaleza para afrontar el caótico ritmo que había adquirido mi vida desde que salí de Venezuela.
Al final de la velada, agotada, les di las buenas noches a los muchachos y a Facundo, y caí como un plomo…literalmente. Tanto así que los pobres, a pesar de estar despiertos desde las 10 A.M., se desenvolvieron silenciosamente y a oscuras por el monoambiente (porque no quisieron abrir las persianas para no despertarme) hasta las 2 P.M., cuando esta que está aquí se dignó por fin a abrir los ojos. ¡Qué vergüenza! Había dormido ininterrumpidamente gracias a quienes se convirtieron en mis mejores amigos desde que aterricé en la ciudad, los tapones para oídos. Sin embargo, Guille y Mari tuvieron la bondad de más bien invitarme el desayuno y el almuerzo, a pesar de que habían estado hablando en susurros y caminando en puntillas por su propia casa, durante un lapso de 4 horas, gracias a mí. Afortunadamente, esa misma tarde, recibí otro amable ofrecimiento, esta vez de una cama (¡¡OMG UNA CAMA!!), y agradeciéndole infinitamente a mis anfitriones, los dejé, para partir hacia mis nuevos aposentos temporarios. También, para que no me extrañaran tanto, les dejé mis maletas grandes y mi tubo de pole –los cuales ocupan alrededor de 20% de la superficie total del monoambiente-, y me llevé nada más mi maleta de mano, casi sin revisar lo que tenía adentro por el apuro, a mi próximo destino. Quizá debí haber revisado mejor…

Continúa en la próxima entrega.

2 comentarios:

  1. Me encantan las crónicas Maitanas :)

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    1. Jajajaja, ¡gracias! De verdad que llevar experiencias así con ese tono de humor es muy respetable.

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