CRÓNICAS MAITANAS: AVENTURAS DE UNA NÓMADA INCIDENTAL-PARTE I


La típica foto con el Carlos Cruz Diez

Entrada del día 01/04/2015, 10:45 P.M.-Desde mi monoambiente, ¡POR FIN!

En la entrega anterior, les había mencionado que aún no tenía un sitio fijo para dormir, o vivir. Salí de Venezuela con tanta dificultad y de forma tan precipitada, que ni los recursos económicos ni el tiempo me permitieron rentar un apartamento o una residencia estudiantil en Buenos Aires, mucho menos en marzo, mes en que inician aquí el año escolar. Así que me vi en la penosa circunstancia de solicitar asilo a conocidos y desconocidos a mi llegada a Argentina, e incluso desde antes. Afortunadamente, a mí nunca me han faltado Dios, la Virgencita y mis ángeles guardianes; y puedo decir que todos me abrieron sus puertas tan cálida y amorosamente como si yo fuera parte de su familia. Sin embargo, adaptarme al nomadismo forzado no ha sido fácil para mí, y cada parada ha sido un acontecimiento tras otro. Por lo tanto, voy a dividir mis destinos en partes. Aquí va la primera:

-Lima, Perú: El único pasaje que logré conseguir, hacía una pernocta de 12 horas (11 P.M. a 10 A.M) en Lima, Perú, antes de llegar a Buenos Aires. Mi angustia por qué sería de mí durante esas 12 horas se disipó cuando hablé con Laura Moscol Danos, quién amablemente puso su casa a la orden. Su madre, la Sra. Yolanda, me fue a recibir al aeropuerto, y entre ella y Claudia, la hermana de Laura, se encargaron de tratarme como una reina, ofreciéndome una deliciosa cena (con la emblemática Inca Cola como protagonista), y los mejores aposentos. Por no decir que la Sra. Yolanda se tomó la molestia de tejerme un gorro, una bufanda, dos pares de botitas de lana, y además embutió en mi maleta de mano 5 pares de pantalones calentadores, y un paquete de Harina Pan (“mientras yo la pueda ayudar, usted no pasa ni frío ni hambre”). Sin embargo, alguien en la familia Moscol Danós no estaba tan contento con las atenciones que se me dispensaban, ya que era bien entrada la noche, y él tiene por costumbre dormir con la Sra. Yolanda. Además, tiene por costumbre dormir temprano. Por eso, Morgan Moscol Danós, el perro labrador, después de darse cuenta de que sus gruñidos de: “miren qué tarde es, ya vámonos a dormir”, eran ignorados, resolvió llamar la atención de los presentes con respecto a la hora, entrando al cuarto donde yo me iba a alojar, y robándose la manta que me habían dejado, para luego esconderse bajo la mesa. Después del jaleo inicial para recuperar el tesoro robado, la señora y yo acordamos irnos a dormir, porque a pesar de que la conversa estaba buena, ya era tarde. Además, ya Morgan nos había dejado bien claro que sus horarios y rutinas a la hora de dormir son sagrados y se respetan. Y tiene toda la razón. Al día siguiente, después de haber logrado ver a Laura –quién estaba en otro estado el día anterior-, conversar un rato, y probar una humita, me despedí de ella y de su madre, repleta de calidez humana, prendas para no perder mi calidez corporal cuando llegara el frío, y un valioso y sagrado paquete de Harina Pan, que me costó una revisión por parte de las autoridades de inmigración limeñas, quienes llegaron a pensar que estaba transportando cocaína en la maleta de mano. Afortunadamente, me dejaron pasarla; creo que por el hecho de que notaron que tenía todavía pedazos de humita en la cara y el pantalón –que no llegué a poder limpiarme, ya que iba demasiado tarde-, porque, como todos saben, las narcomulas no comen. Después de eso, mi viaje continuó sin mayores contratiempos.



-Buenos Aires, Monserrat: Mi primera noche en Buenos Aires, corrió por cuenta de la hija de una amiga de mi padre, quién vive con su esposo, hijo y un primo, quién también está iniciando su proceso migratorio. Esta amable familia me recibió como una más del clan, y a pesar de que no me conocían, y de que llegué a ocupar casi la totalidad de la superficie de su sala con mis dos maletas grandes, el tubo de pole, la maleta de mano y una cartera de 12 kgs., me hicieron sentir bienvenida y me dieron un crash course de “Inmigrante 101”, que incluyó sitios de cambio de divisas, manejo en el transporte público, trámites migratorios, ahorro en compra de víveres y toma de mate (es todo un RITUAL). Antes de dormir, si me advirtieron que era posible que los ronquidos del primo sonaran un poquiiito fuerte, y deseándome buenas noches, se fueron a dormir. Y 5 minutos después de recostar mi agitada cabeza en el sofá, abrí los ojos alarmada ante lo que parecía ser la inminente llegada de “Alien Vs. Depredador” a comerme viva. Resulta ser que los ronquidos “un poquiiiito fuertes” del primo tenían el potencial para despertar a toda la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Pero no me estresé. Yo sabía que el proceso migratorio sería fuerte y había tomado previsiones para una gran cantidad de situaciones. Así que a medianoche, tomé mi maleta de 40 kgs. de peso, y como pude, rebusqué en ella a oscuras y sin hacerle ruido al pobre hombre que estaba durmiendo en un colchón inflable en el piso por mi culpa, para sacar un par de tapones para los oídos. Después de un buen rato, encontré el tesoro entre todo el peretero, y agradeciéndole a todas las fuerzas divinas, me empotré los tapones lo más cercano que pude a mi cerebro. La sordera fue inmediata. A partir de ahí, volví a mis aposentos en el sofá de la sala, y sonriendo, plácida, caí por fin como un tronco. Al día siguiente, despidiéndome de mis benefactores y agradeciéndoles su amabilidad, partí a mi siguiente parada.

Continúa en la próxima entrega.


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