Mi inusual suerte IV: el tiempo te dará la razón

Reconozco que existen metáforas como «El tiempo te dará la razón» que si bien, me parecen antipáticas, porque ¡vamos! ¿es acaso el tiempo una persona que viene y te dice: «Mira sí Fulano, estaba equivocado mi pana, tenías la razón»?, se convierten en una referencia necesaria cuando en efecto, con el paso del tiempo, las decisiones que uno toma, son justificadas por las circunstancias en un momento distinto a aquel en que se tomaron.  

El tiempo está allí y seguirá inmutable ante las decisiones que uno tome, algunas encontrarán justificación en el futuro, otras no.

Ya les había comentado en una entrega anterior de Mi Inusual Suerte, que me había visto en la necesidad de renunciar a un trabajo en mi carrera debido a que no me habían realizado el pago correspondiente a un viaje y estadía en una planta de extracción de gas a más de 1000 kilómetros de mi casa, adicional a que no se habían garantizado materiales y condiciones adecuadas de trabajo para los obreros que estuvieron a mi cargo, ni a mí, y como consecuencia el día que se me presentaron situaciones en las que la vida de los muchachos se vieron comprometidas, tuve que echar mano de muchas medidas que me trajeron conflictos con el cliente y finalmente con mis propios jefes, lo cual agrió mucho más la situación laboral. En fin, la decisión que tomé me hizo pasar unos cuantos meses pensando si habría cometido un gran error, debido a que no encontraba trabajo —aún no lo hago y veía cómo mis ahorros se estaban perdiendo y nuestro estilo de vida se veía reducido a depender de un sólo sueldo. 

Y si las cosas se habían puesto difíciles al momento de mi renuncia, para poner las cosas más apretadas, mi novia Mary decidió también dejar su trabajo debido a que el trato que ella estaba recibiendo también era deplorable y además no le ofrecían condiciones laborales legales, por lo que le estaban pagando mucho menos de lo que una profesional con su currículo, merecía. Temíamos volver a la época de las papas y zanahorias que ya sufrimos una vez durante este proceso migratorio.

Sin embargo y gracias a la demanda por profesionales en su carrera, además de su excelente hoja de vida, Mary logró conseguir un trabajo adecuado relativamente rápido en cuestión de 1 mes, por lo cual ya estábamos back on track. A pesar de esto, y por las condiciones laborales anteriores, ella decidió proceder con una notificación judicial contra su anterior empleador, quien no le había pagado su liquidación y le debía un mes entero de trabajo.

En Argentina, las leyes laborales «protegen» a todo aquel trabajador que es despedido sin debida justificación de sus trabajos con jugosas remuneraciones, por lo cual los empleadores suelen cubrirse bien las espaldas y si pueden aprovecharse del desconocimiento de la ley por parte de un empleado que además es extranjero, pues ¿quién los puede culpar por encontrarse al inmigrante pendejo que sale a la calle todos los días en el momento justo?, y es por ello que aprovechan la situación para forzar a los empleados a renunciar y no tener que pagar altas compensaciones.

Es por eso que Mary procedió a hacer la demanda con un abogado, lo que llevó a una conciliación, en la que ambas partes discuten cuánto debe ser el monto a liquidar, de acuerdo a lo que consideran ambas partes del reclamo. Este proceso le tomó aproximadamente unos 2 a 3 meses —considerablemente menor tiempo que los 2 a 3 años que llevan los juicios—.
 
Tribunales en Plaza Lavalle. No, ahí no fueron las conciliaciones, pero era por la zona, en un edificio un tanto más común.



Y es aquí cuando volvemos a mi historia, en la que les comentaba que el tiempo me dió la razón, porque el día que Mary fue a firmar el acuerdo al que había llegado con el abogado del anterior jefe —un tipo con una actitud de patán y hasta misógino—, en los tribunales, salimos de allí y tomamos el colectivo en dirección a su actual trabajo que queda al sur de la ciudad.

Usualmente tomamos el colectivo número 17 que es el que nos deja casi frente a su trabajo, pero esa vez llevábamos el cheque en mano y debíamos cobrarlo lo más pronto posible, porque «por las dudas» no queríamos arriesgarnos a que los fuéramos a cobrar más tarde y por alguna razón el ex-jefe hubiera vaciado la cuenta, se hubiera mudado a otro país, se hubiera cambiado el nombre, se hubiera operado la cara y hubiera matado a todo contacto entre él y Mary. ¡Demasiado Hollywood! sí. Pero con este pana, era mejor prevenir que lamentar y quien se encuentra en un proceso de emigración, eventualmente aprende a cuidarse y dudar de todo. Así que tomamos el colectivo 100 que nos dejaría cerca de la Avenida Belgrano, donde se encuentra la sede donde se pueden cobrar los cheques correspondientes a esa cuenta (aquí en Argentina, sólo se puede cobrar un cheque en la sucursal donde se abrió la cuenta). 

El colectivo 100. La verdad es un muy extraño que lo tomemos para ir a cualquier sitio. Foto tomada de http://www.datacraft.com.ar/colectivos-linea-100.html


Allí, mientras íbamos por la 9 de Julio, se montó en el colectivo el compañero de mi ex-trabajo quien compartía conmigo las responsabilidades de supervisar al personal en durante el montaje de la planta en el Salar del Hombre Muerto en Catamarca, y a quien supuse que le causé una molestia mayor por renunciar a la carga del trabajo, dejándolo a él sólo para manejar el resto del proyecto. Pero la impresión que me dió no fue de molestia en lo absoluto.

Al menos no conmigo era su molestia. Cuando me preguntó cómo andaba todo, lo primero que dije fue que estábamos en camino a cobrar el cheque que Mary había cobrado tras la conciliación con la gente de su anterior trabajo. Ante este comentario, lo primero que me respondió fue que él también se encontraba por entrar a un juicio con nuestro ex-empleador porque le debían no menos que las vacaciones y una cantidad similar a los 3500 dólares, por los servicios tras él haberlos obligado a que lo despidieran.

Además de eso no pudimos hablar mucho más, ya que en la siguiente parada del colectivo debíamos bajarnos para ir al banco. Pero con eso fue más que suficiente para bajarme de ahí con cierta satisfacción de haber tenido una prueba de que la gente para quien estaba trabajando haría algo similar o peor con el dinero que me hubieran adeudado por culminar el trabajo en la planta (yo estuve por casi 20 días y se supone que alguien con mi cargo debió haber recibido aproximadamente 100 dólares por día, los cuales jamás recibí). Con esa satisfacción, lo primero que llegó a mi mente fue la bendita frase de: «El tiempo te dará la razón» y ¡vaya que me la dió!. Me iban a robar y me retiré a tiempo antes que la situación empeorara.

as después, recibí un correo de parte de este mismo muchacho, para solicitarme le acompañara en su juicio contra la empresa en calidad de testigo por haber sufrido un trato similar durante la experiencia allí.

Y fue así como al día de hoy, toda preocupación por haber renunciado y estar sometido a esta situación de desempleo la pude transformar en una herramienta y motivación para saber que puedo escoger nuevas batallas que sabré enfrentar y en las que negociaré de antemano todas las condiciones mínimas para poder cumplir con mis futuras asignaciones. En fin, como que sí: el tiempo te da la razón.

2 comentarios:

  1. Ciertamente el tiempo te dio la razón. Espero que tú y María logren prosperar y conseguir empleos en las áreas que les gustan y no pasen otra vez por una situación como la que mencionas de la papa y la zanahoria :S. Un abrazo muy fuerte a los dos.

    ResponderEliminar
  2. ¡Cristinita, gracias mi niña por los buenos deseos! Pues sí, por aquí decimos que lo importante es el camino, así que bien estemos o no en trabajos ideales, pues todo este bagaje de experiencias adquiridas se vuelve muy importante para ver qué aprendemos de nosotros mismos.

    Todavía hay camino que andar, y pues siempre teniendo en cuenta esos lindos deseos. Siempre uno teme volver a la época de papas y zanahorias, pero la verdad trataremos que no toque, aunque si toca, pues intentaremos que no sea permanente.

    Por cierto... aquí entre nos: le agarré mucho gusto a la zanahoria rallada.

    ResponderEliminar