LA HISTORIA DE C.: TERCERA PARTE - EL REENCUENTRO
Como ya veníamos contando en las entregas anteriores, la necesidad
económica en el extranjero y la dificultad para conseguir empleo en
la ciudad de Londres, hicieron que nuestro protagonista tomara la
decisión de vender su cuerpo para sobrevivir y poder cubrir sus
necesidades básicas; entre ellas, su postgrado.
Aun
cuando reconoce que fue un período muy difícil de su vida, al mirar
hacia atrás C. no considera que haya tenido malas experiencias. Muy
al contrario. El 99% de ellas fueron positivas para él, y casi
siempre le tocó gente amable, que sólo quería un bálsamo de
compañía para calmar por un momento su soledad.
Siempre
puso por delante su salud y la de sus clientes, protegiéndose y
chequeándose cada mes. A medida que sus ingresos fueron pagando sus
deudas, C. se sintió más holgado –y con más confianza en sí
mismo– para poder retomar la búsqueda formal de empleo en su
área. Cada vez las llamadas de sus clientes eran menos para
solicitar sus servicios sexuales, y más para disfrutar de su
compañía. Y así, C. se encontró haciendo amistades bastante
sólidas con personas que antes, solían ser sus clientes.
Si
bien la gran mayoría de sus contactos fueron positivos, uno de sus
últimos trabajos fue con un hombre que contrató sus servicios y con
su trato y su actitud lo hizo sentir menospreciado y humillado. Era
cierto que C. estaba ejerciendo la prostitución, pero en todo
momento había sido tratado con respeto y amabilidad, como un ser
humano que prestaba un servicio. Este último cliente, por el
contrario, parecía querer hacerlo sentir como un objeto sin más
valor que el de servir de descarga para impulsos que de ninguna otra
manera habría podido drenar por su propia cuenta. La experiencia fue
tan desagradable, que C. decidió que ese había sido su último día
como escolta masculino.
C.
siempre fue de los que pensó que es normal y humano tener miedo,
pero que lo que no era normal era no enfrentarlo. En su caso, le tocó
ver a la cara a los miedos de enfrentarse a un idioma distinto al
suyo, primero; luego de encarar una economía paupérrima; y por
último, de encarar los conceptos de lo socialmente aceptable, y ver
que su “solución” no encajaba en ellos. Y luego de ver esos 3
fantasmas a la cara, se dio cuenta de que lo único verdaderamente
importante era seguir adelante, sin perjudicarse a si mismo ni a los
demás.
Este
joven tomó un camino que no esperaba tomar, y en sus andanzas,
encontró cosas que no esperaba encontrar. Entre ellas, un nuevo
respeto por sí mismo, porque se dio cuenta que era capaz de hacer lo
que fuera por cumplir su sueño, sin ponerse en peligro a él ni a
nadie. Además, había logrado tranquilizar a su madre –le dijo que
trabajaba de mesero–, quién estaba pensando en endeudarse aún más
para enviarle dinero para que continuara sus estudios. Evitó que su
madre incurriera en más gastos como pudo, y eso para él era, de
alguna forma, una victoria. El dinero para sobrevivir, lo obtenía de
forma lícita. ¿Que quizá a algunos les pareciera que no era
moralmente aceptable? Está bien, todo el mundo tenía derecho a su
opinión. Pero él también había aprendido que nadie, ni siquiera
él, tenía derecho a avergonzarlo por el trabajo que había elegido
hacer en las circunstancias en las que se encontraba.
A
pesar de todo lo que había aprendido de la sociedad, y de su
estricta familia católica, la vida de C. había dado tantos giros
inesperados últimamente que ya no quedaba en pie ningún prejuicio
moral contra nadie. La única verdad absoluta que le restaba era que
todos los seres humanos, sin importar su condición económica, raza,
sexo, religión, orientación sexual u ocupación –excluyendo a
aquellos que actuaban en contra de su prójimo–, eran iguales y
dignos de respeto, consideración y amor. Nadie puede responder por
lo que haría si le tocara estar en la misma situación que otra
persona; ya que la historia personal, patrón de creencias y recursos
personales es distinto en cada caso. Sin embargo, C. hoy nos cuenta
que en su caso, y su condición, éste fue el camino que decidió
seguir, porque consideró que era lo más conveniente para él dadas
sus circunstancias. Y también nos transmite un valioso aprendizaje
que se destila de su experiencia, y es el hecho de que no es
peyorativo ejercer la prostitución, cuando esta es una decisión
personal y consciente. Lo peyorativo es el tráfico de personas y su
explotación. Si en un contexto particular, el propio cuerpo es el
único medio con el que se cuenta para obtener recursos para
sobrevivir y luchar por un sueño, pues qué se le hace. Tocó. Quizá
otros habrían preferido dedicarse a otra actividad antes que
prostituirse, y eso es perfectamente válido. Pero el que eligió
este camino de forma personal, pues también se le respeta.
Lo
bueno es que la historia de hoy culmina con un final feliz, porque
unos días después de que C. tomara la decisión de terminar su
carrera como escolta masculino, recibió la llamada de un ex cliente
con el cual había hecho una buena amistad, quién necesitaba una
persona de confianza para gerenciar un recinto turístico del cual
era propietario, ubicado en una localidad en las afueras de Londres.
Habiéndose familiarizado con la historia de vida de C., el ex
cliente sabía de la formación profesional del joven, y también de
su necesidad de un trabajo estable que le generara ingresos fijos. Y
así, le propuso a C. la posibilidad de ocupar el cargo en su posada,
la cual obviamente nuestro protagonista aceptó. Y en ese lugar es
donde, hasta el día de hoy, se encuentra trabajando.
Al final y pesar de los pesares, la dedicación y cultura de servicio le brindaron a C. la oportunidad de hacer contactos que pudieran aportarle beneficios a su carrera. Imagen referencial.
Y
es por este final que C. se despide dejándonos esta reflexión, la
cual les compartimos: No importa donde estés, o lo que te haya
tocado hacer para sobrevivir si te enfrentaste a una situación
crítica. Ofrece siempre lo mejor de ti en todas las circunstancias.
Sé positivo e intenta incorporar los aprendizajes de tus
experiencias. Conserva en mente que todo pasa y todo cambia. Ninguna
situación en la vida es perenne. Recuerda que todos los seres
humanos, incluyéndote, merecen amor, consideración y respeto. Todos
somos dignos y valiosos, sin importar que a veces, nos salgamos de la
ruta tradicionalmente establecida por la sociedad. El que obra bien,
el que da lo mejor de sí, al final le va bien. Ten fe, porque aunque
el túnel se vea oscuro y parezca que falta mucho para ver la luz, si
sigues caminando, siempre va a haber una salida.
Otros
pudieron, tú también puedes.
Ha
sido un honor contar tu historia, C.
Has
llegado lejos.
About author: Maitana Delgado
En este orden: Ser humano. Mujer. Emigrante venezolana en Argentina. Hija, hermana, amiga. Psicóloga egresada de la Universidad Católica Andrés Bello, Venezuela. Máster en Psiconeuroinmunoendocrinología de la Universidad Favaloro, Argentina en proceso. Facilitadora de Técnicas de Terapia Psicocorporal de ASOFIPSICOS. Escritora aficionada de mis aventuras desventuras. Practicante descoordinada, pero entusiasta, de pole fitness. Fiel creyente del humor como la mejor de las medicinas. Alma viajera con el monedero vacío, por los momentos. No puedo comer chocolate.
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Debió ser bastante difícil elegir ese camino, pero Dios escribe recto en líneas torcidas, tal vez su destino era ayudar a esas personas.
ResponderEliminarY fíjate que no fue en vano. Que a partir de eso logró conseguir una mayor estabilidad, bajo aquello de 'hoy por tí, mañana por mí'. Ayudó y se hizo amigo de sus clientes, al punto que uno le ayudó a él.
EliminarExcelente historia, en efecto.