CRÓNICAS MAITANAS: EDICIÓN ESPECIAL - LAS AVENTURAS DE NORMA Y COCA PARTE I


Entrada del día 16/12/2015, 5:57 P.M.-Desde casa del gordo. 
La señora Norma y sus desventuras.

El día de hoy cedemos el espacio de esta crónica para darle voz a la tragedia de la viejita Norma, y con esto ilustrar que los años dorados, a veces no son tan brillantes como nos los pintan.


Ayer, cuando llevo al niño que cuido a su casa (cariñosamente apodado “el gordo”), me fijo que la madre no me había enviado la llave magnética de la puerta del edificio, que usualmente me manda en un bolsillito escondido en la mochila del chico. Así que me dispuse a tocarle el intercomunicador al portero para ver si nos abría la puerta, cuando reparo en la presencia de una señora mayor, muy bien combinada y arreglada, de aspecto afable, que lucía confusa ante el intercomunicador que yo pretendía tocar.


Sin mediar ningún tipo de presentaciones, la señora me comenta que había venido a visitar a su hermana, Coca, y que el ascensor del edificio estaba dañado, por lo que ésta no podía bajar a abrirle, ya que también estaba entradita en años y el subir y bajar 6 pisos de escaleras podía pasarle una factura demasiado elevada. Y cuando finalizó su explicación acerca del por qué ella se encontraba en la puerta del edificio, me dice: “¡Es que hoy me ha salido todo mal!”, y se dispuso a contarme las peripecias de su día.


Resulta ser que el día de Doña Norma había comenzado bien temprano en la mañana. Preparó unos sándwiches con fiambres para traer a la reunión que tenía con su hermana Coca y otras “muchachas”, y salió a hacer unas diligencias, con la mala suerte de que cuando tomó el subte para desplazarse, fue bajada en otra estación debido a inconvenientes en la línea. Se desorientó un poco, pero preguntando, le dijeron que tomara otra línea del subte y se bajara en la siguiente estación, ya que el lugar a donde se dirigía le quedaba a pocas cuadras de ahí. Y eso fue exactamente lo que hizo Doña Norma, tomó la otra línea del subte y se embarcó en un tren… que iba en dirección contraria hacia donde ella se dirigía. Pasó largo rato confundida, ya que le habían dicho que tenía que bajarse en la estación siguiente a aquella en donde había tomado el tren, pero decidió esperar. Y esperó, y esperó. Esperó tanto que llegó a la estación terminal, y ahí fue que se animó a preguntarle a un señor cuánto faltaba para llegar a donde ella tenía que bajarse. Y ese hombre caritativo, comprendiendo el apuro de la anciana, se encargó de explicarle que había llegado a la estación terminal y la embarcó en otro tren que iba en la dirección correcta. Y así fue que Norma pudo llegar a su destino, y hacer su diligencia. Luego de ahí se enrumbó a donde su hermana, sólo para encontrarse con que ésta no podía bajar a buscarla porque no había ascensor. Para el momento en que Norma y yo nos encontramos, tenía ella alrededor de 40 minutos parada en la puerta del edificio.

¡Vaya viaje, Norma!

Así las cosas, yo traté de comunicarme con el portero del edificio por el intercomunicador, pero éste parecía no entendernos ni a mí ni a Norma; y a los 20 minutos de estar parados los 3 fuera del edificio (el gordo, Normita y yo), le sugerí a la señora que volviera a tratar de tocarle a su hermana, para ver si esta llamaba al encargado para que nos abriera al menos la puerta.


Doña Norma, bien dispuesta, tocó de nuevo el intercomunicador de su hermana, y después de al menos 7 intentos, se oyó una voz cascada al otro lado de la línea. El ruido y las sugerencias del gordo de llamar a Capitán América para que reparara el ascensor, me dificultaban un poco oír la conversación, pero por lo que pude captar, siguió de la siguiente manera:


-“¡Aló! ¿Coca? ¿Ya llamaste al encargado? Mirá que tengo aca tres cuartos de hora y nadie me abre la puerta, le llamamos al inter y nada. Y con el calor que hace, ¿viste? ¿Sabés algo del ascensor?”.


- “Y… señora, ¿qué quiere que yo haga? Ya llamé al encargado y le dije que lo arreglara al ascensor, pero si él no ha podido, yo no soy servicio técnico, yo no puedo hacer más nada”.
 
Y ofuscada, Doña Coca colgó el intercomunicador.

¡Ábreme la puerta Coca!

Doña Norma y yo nos miramos extrañadas, esa no parecía la manera en la que una hermana se dirige a otra. Así que le pregunté si estaba segura de haber llamado al departamento correcto. La señora dijo que sí, y probó de nuevo. Esta vez, Coca atendió al primer toque, y la conversación que siguió a continuación resultó ser más divertida de lo que yo esperaba.


Definitivamente, Doña Norma no se había equivocado. Le había salido todo mal, y el día estaba por ponerse peor.
 
Continúa en la próxima edición.

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