CRÓNICAS MAITANAS: EDICIÓN ESPECIAL-LAS AVENTURAS DE NORMA Y COCA PARTE II
Entrada
del día 16/12/2015, 6.32 P.M.-Desde casa del gordo.
Ascensores dañados, subtes en dirección contraria, y demás son los retos que ha enfrentado nuestra heroina, Norma.
En
la entrega anterior, habíamos visto como Doña Norma estaba siendo
víctima de una serie de eventos desafortunados que incluyeron
retrasos en el subte, viaje en dirección opuesta a su destino, y un
ascensor dañado en el edificio de su hermana, cuando se disponía a
visitarla. Ya Normita tenía 45 minutos esperando a que alguien le
abriera la puerta del edificio, para al menos subir por las escaleras
al departamento de su hermana Coca, cuando tocó el intercomunicador
para llamarla una vez más y preguntarle si el portero podía abrirle
la puerta, y recibió una ofuscada respuesta del otro lado de la
línea que daba a entender que la persona que atendió no tenía idea
de que quién le estaba llamado era su hermana. Sin embargo, probó
de nuevo y la conversación se desarrolló como sigue:
—“¿Hola?
Disculpe, ¿este es el #A?”
—“¡Pues
claro! Le habla Coca, ¿quién es?”
—“¡¡Coca!!
¡¡Soy yo, Norma, tu hermana!!”
—“Normi,
¿qué hacés acá? El ascensor está dañado, ¿viste?”
-“¡Por
supuesto que ya sé que el ascensor está dañado, Coca! ¡Si tengo
una hora acá abajo esperando que le llames al encargado para que me
abra la puerta y yo subo al piso por las escaleras, así sea de dos
en dos!”.
El
misterio había sido resuelto. Todo había sido una falla de
comunicación. Coca tenía una hora pensando que le tocaban el
intercomunicador —de entre todos los inquilinos del edificio—,
especialmente a ella, para informarle que el ascensor estaba dañado
y encargarle la tarea de avisar al portero que arreglara el ascensor,
porque nadie podía subir. Lo que Coca ignoraba era el hecho de que
las insistentes llamadas provenían de su hermana, quien estaba
desesperada por acceder al edificio. A su vez, Norma también había
fallado en reconocer que Coca, las veces que contestaba, no tenía
idea de quién le estaba hablando.
A
todas estas, yo estaba intentando con todas mis fuerzas disimular mis
carcajadas, porque la expresión de confusión en la cara de Normita
era un poema. ¿Cómo era posible que ella tuviera una hora ahí
esperando parada, porque su hermana no tenía idea de quién le
estaba tocando el intercomunicador? Lo que no sabía la pobre doñita
era que su día estaba a punto de empeorar:
—“¡Coca,
mirá que acá tengo los sándwiches de la reunión con las
muchachas. Son de fiambre y se me van a poner todos malos con este
calor!”.
—“¿Pero
de qué reunión hablás, Norma? ¡Si la reunión con las chicas es
el miércoles de la semana que viene!”.
—“¡Bah,
Coca! ¡A vos se te olvida todo! ¡La reunión es hoy, miércoles 16!
¡Mirá que yo lo anoté bien, miércoles 16 de diciembre!”.
Nuestra valiente Norma muy precavida, anota las fechas de los eventos. El problema es que su mente no esté muy clara respecto a la fecha en la que se encuentra.
Ya
llegados a este punto del diálogo entre las dos hermanas, yo apenas
podía contener la risa. Norma siempre tuvo razón, verdaderamente le
había salido todo mal ese día. Así que con mucho tacto, interrumpí
la conversación para informarle que, lamentablemente, también se
había equivocado de fecha, porque era martes, 15 de diciembre, y no
miércoles 16 como ella pensaba.
La
cara de la viejecita fue de absoluto asombro y desespero. —“¿QUÉ?”—,
preguntó angustiada. Me inquirió que si yo estaba segura de la
fecha, y se la mostré en mi teléfono. Trató de culpar a Coca —quién asumo, colgó el intercomunicador al no obtener más
respuesta, porque Doña Norma estaba hablando conmigo—, pero el mal
ya estaba hecho: se había adelantado un día a la tan esperada
reunión mensual con sus amigas, y en el apuro, había hecho una
generosa cantidad de sándwiches de fiambre que amenazaban con
echarse a perder si nadie se los comía pronto.
Total
que al asombro, le siguió la decepción y la incertidumbre, porque,
primero ¿qué iba a hacer con todos esos sándwiches?, y segundo,
¿ahora qué hacía, si ya estaba ahí en casa de su hermana y ni
siquiera podía visitarla para no perder el viaje, porque el ascensor
se había dañado?. Pero afortunadamente para Doña Norma, parte de
sus inquietudes fueron solventadas, porque mientras intentábamos ver
qué podía hacer para no perder sus sándwiches de fiambre, vimos
que la puerta de las escaleras de emergencia se abría y salía de
ahí una temblorosa viejecilla en camisón y pantuflas de suela
antirresbalante. Coca, al saber por fin que el insistente
interlocutor que la había importunado por una hora era su hermana,
tomó la decisión de bajar por su propio pie por las escaleras para
buscarla y evitar que la pobre siguiera esperándola abajo, con el
calor inclemente.
Así que Coca se lanzó al rescate de Norma y los sándwiches por la escalera.
Para
mayor suerte, en ese mismo momento, el portero del edificio salió y
nos abrió la puerta a todos los que habíamos quedado varados, y
comenzó a arreglar el ascensor. Y así, al menos la historia de Doña
Norma no terminó tan mal, porque al final compartió sus sándwiches
con su hermana y el encargado, mientras esperaban a que éste
reparara el elevador para poder subir.
La
senectud es un momento de la vida que todo el mundo sabe cómo es,
porque tiene ejemplos de familiares, amigos, o personas conocidas;
pero una vez que se ha llegado a esa edad, pocos saben cómo vivirla.
Hay tres puntos importantes que nos deja esta historia, y que podemos
incorporar a nuestro archivo, para ser utilizado en el momento que
arribemos al otoño de nuestra vida. El primero es que, aunque hayas
compartido toda tu vida con una persona, no confíes en que ésta
vaya a reconocer tu voz por medios radioeléctricos. Segundo: habla
siempre en voz ALTA. Evita los malos entendidos. Tercero: Anota todo
y siempre verifica tu calendario. Y por último, si aun así las
cosas van mal, aunque hayas tomado todas las precauciones que
estuvieron a tu alcance, entonces tómatelas con paciencia, humor e
hidalguía, como hizo la viejita Norma, y cómete algo sentada en las
escaleras de un edificio, con buena compañía, mientras esperas a
que las cosas se solucionen.
Hasta
una próxima edición.
About author: Maitana Delgado
En este orden: Ser humano. Mujer. Emigrante venezolana en Argentina. Hija, hermana, amiga. Psicóloga egresada de la Universidad Católica Andrés Bello, Venezuela. Máster en Psiconeuroinmunoendocrinología de la Universidad Favaloro, Argentina en proceso. Facilitadora de Técnicas de Terapia Psicocorporal de ASOFIPSICOS. Escritora aficionada de mis aventuras desventuras. Practicante descoordinada, pero entusiasta, de pole fitness. Fiel creyente del humor como la mejor de las medicinas. Alma viajera con el monedero vacío, por los momentos. No puedo comer chocolate.
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Buenísimas las dos ultimas entradas. Me han hecho caerme de la risa y aunque no estoy en el otoño de mi vida si me solía pasar que me iba en la dirección contraria en el metro cuando estaba distraída (leyendo un libro).
ResponderEliminarCreo que todos nos podemos identificar con uno que otro despiste por ahí, jajajaja. Al menos reconoces que era porque estabas leyendo, yo me he perdido aún a pesar de estar alerta -supuestamente- de la situación.
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