CRÓNICAS MAITANAS: AVENTURAS DE UNA NÓMADA INCIDENTAL-PARTE IV
Entrada del día 05/04/2015, 3:50 P.M.-Desde mi monoambiente, ¡POR FIN!
-Buenos Aires, Florida: Como venía ya comentándoles en las tres entregas
anteriores, la situación de falta de agua y luz en el edificio de Fabi y Mari,
me obligaba a recorrer diariamente un trayecto de 40 minutos hasta el nuevo
departamento de las chicas, ubicado en Palermo, el cual amablemente ponían a mi
disposición para que yo pudiera bañarme y lavar mi ropa. Sin embargo, esta
situación también repercutía negativamente sobre otros aspectos importantes de
mi vida, aparte de hacerme invertir tiempo y dinero en aras del aseo personal
básico. Y así, a pesar del amable ofrecimiento de mis amigas, yo, por decencia,
intentaba ocuparme de mis otras necesidades corporales menos decorosas en
cualquier otro lugar que no fuera su casa -¿Saben? Porque a uno todavía le
quedaba un poquito de decencia dentro de todo-.
Era por esto que mi día consistía en despertarme muy temprano para poder
cazar el primer baño público limpio, solitario, y que gozara de la mayor
clandestinidad posible, para así poderme ocupar de mis asuntos en paz. De esta
manera, los establecimientos de Burger King, Mc Donald’s y Starbucks de la
zona, se acostumbraron a abrir sus puertas y recibir entre sus primeras clientas
a una mujer de estatura promedio, casi siempre vestida con la misma ropa
(porque no traía mucho más en mi maleta de mano), y que nunca consumía nada,
sino que se dirigía con mucha premura a los sanitarios…y trataba de salir con
la mayor rapidez posible. Como se podrán imaginar, este trajín ya estaba
llevándome al borde de mi sanidad mental, puesto que la higiene siempre ha sido
una de mis más elevadas prioridades, y el hecho de tener que ocuparme de ella
con tanto trabajo, me estaba hundiendo en las espirales de la desesperación.
Y fue en este triste contexto cuando a las 11:00 P.M, ya después de
tener 20 minutos embarcada en el colectivo que me llevaba de vuelta a casa
después de haberme bañado en casa de Fabi y Mari, me di cuenta de que,
distraída por todos mis esfuerzos para evitar ser una maloliente víctima más
del verano, dejé secándose en casa de las muchachas, el último par de
pantaletas (calzones/bombachas/bragas) limpias que me quedaban, y por lo tanto,
no podría cambiarme al día siguiente.
Fue en ese momento, que el último cable que me ataba a la cordura y las
convenciones sociales se rompió, y, derrotada, me declaré en rebeldía
nihilista. Ya no me importaba nada. Al diablo con todos los esfuerzos por andar
limpia y oliendo a recién lavada, en medio del calor abrasante. Al diablo con
cargar siempre el desodorante en la cartera, para ser una nota disonante de
olor a talco en medio de la sinfonía de “violines” (palabra usada en el argot
venezolano para indicar mal olor de las axilas) en el subte y en los
colectivos. Al diablo con aquellos esfuerzos sobrehumanos por andar combinada
aunque en mi maleta de mano solo hubiera un pantalón, un leggin, tres camisas,
un sostén/corpiño/sujetador, dos pares de medias y dos (02) pantaletas (que
vale acotar, eran todos de colores discordantes). Si todos los turistas que
transitaban por la ciudad, podían estar malolientes, descombinados y felices,
pues yo también iba a estarlo. Si me bañaba, me bañaba. Y si no me bañaba, ¡pues
no me bañaba! Si tenía que andar como Dios me trajo al mundo debajo del
pantalón (cosa que me resulta terriblemente incómoda), pues andaría rueda
libre. Comando. Como ustedes lo entiendan mejor. Libre como el viento. Y si
olía a chivo en avanzado estado de descomposición, pues la gente se iba a tener
que aguantar, así como yo bastante había tenido que aguantarme a todos aquellos
a los que Rexona había abandonado desde bien temprano en la mañana.
Y con esos pensamientos en mente, llegué esa noche al edificio que me
hacía las veces de casa, dispuesta a afrontar el día siguiente como viniera y
sin desvivirme por mi higiene personal (lo único que no iba a poder cambiar era mi rutinaria y clandestina visita a los baños de Burger King D: ). Y
me acosté a dormir preparada para volver a guerrear al día siguiente. Sin
embargo, Dios decidió que mi pobre psique había tenido ya demasiado y, cuando
me desperté en la mañana, ¡Oh sorpresa! Las manifestaciones de los vecinos
habían rendido fruto: ¡habían reestablecido el servicio de agua y luz al
edificio! Pude ocuparme de TODOS mis asuntos con completa normalidad, y salí a
la calle siendo una burbuja de limpieza y felicidad, en medio de la inclemencia
del verano porteño, y lista para la quinta parte de mi aventura, en Montevideo,
Uruguay.
Una vez más relajada, me fijé que había sido muy afortunada al contar
con un lugar en donde dormir, aunque estuviésemos sin luz ni agua durante 4 de
los 7 días que pasé ahí. A pesar de eso, también contaba con lugares en donde
asearme y lavar mi ropa -principalmente, agradecí tener a las dos personas que
me ofrecieron esos lugares-. Como bono, también tenía dinero para comprar
comida que no hubiera que cocinar o refrigerar (como sándwiches y peras)…y
bueno, Burger King siempre estuvo allí para mí cuando lo necesité (:s).
Ahora que lo pienso en retrospectiva, de eso se trata el nomadismo
exitoso, en realidad. Saber adaptarse a todas las circunstancias que surjan,
con los recursos con los que se cuenten en el momento, y aferrándose a aquellas
manos extendidas que te ofrecen ayuda, porque ellas también han recorrido antes
el camino, y saben lo importante que es contar con apoyo cuando se transitan
algunas partes más rocosas. Y sobre todo, tomártelo con humor, sabiendo que
cuando salgas de ésta –porque VAS A SALIR de ésta-, vas a tener una buena
aventura que compartir con tus nietos cuando les cuentes tus primeros días como
inmigrante.
Próxima parada: Montevideo, Uruguay.
Continúa en la próxima entrega.
About author: Maitana Delgado
En este orden: Ser humano. Mujer. Emigrante venezolana en Argentina. Hija, hermana, amiga. Psicóloga egresada de la Universidad Católica Andrés Bello, Venezuela. Máster en Psiconeuroinmunoendocrinología de la Universidad Favaloro, Argentina en proceso. Facilitadora de Técnicas de Terapia Psicocorporal de ASOFIPSICOS. Escritora aficionada de mis aventuras desventuras. Practicante descoordinada, pero entusiasta, de pole fitness. Fiel creyente del humor como la mejor de las medicinas. Alma viajera con el monedero vacío, por los momentos. No puedo comer chocolate.
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