Crónicas Maitanas: la crónica marrana
Entrada
del día 15/09/2015. 12:30 P.M.- Desde mi monoambiente.
ADVERTENCIA:
Esta crónica contiene material explícito. Si está comiendo, o es
delicado del estómago, léala más tarde, o directamente continúe
con su existencia. Si procede, lo hace bajo su propio riesgo. Y es
una historia larga, pero quizá valga la pena. You have been warned.
Llegar
a Buenos Aires como inmigrante ha sido una experiencia difícil,
cargada de situaciones complejas, incómodas, y a veces
desmoralizantes. Pero nada, absolutamente nada, podría haberme
preparado para este capítulo tan oscuro y sórdido de mi vida que a
continuación procederé a relatarles, como método catártico para
mi psique.
A
muchas personas les he mencionado que vivo en una zona en la cual
proliferan las trabajadoras sexuales, gente de la calle y
consumidores de sustancias psicotrópicas. Por ende, también abundan
moteles de mala muerte, en donde estas personas duermen, hacen vida,
e incluso negocios. Semanalmente, yo transito por dicha zona, ya que
me quedan cerca muchas verdulerías en donde consigo todo más
económico. Y es por eso que ayer tuve el infortunio de encontrar la
desgracia por aquellos predios, cuando volvía a casa con mi bolsa
reutilizable de mercado, llena de algunas compritas.
**NOTA:
Si padece de alguna sensibilidad estomacal, le doy la oportunidad de que salga de la crónica y continúe su vida con normalidad. Si la
curiosidad le ha picado, le sugiero que tenga a mano un pañuelo con
alcohol y: 1) siéntese; 2) agárrese fuerte de algún objeto sólido
y estable; o 3) siéntese directamente en el piso para acortar la
distancia entre usted y el suelo, cuando inevitablemente sea víctima
de un desmayo. ¿Listos? Seguimos.**
El
desafortunado evento tuvo lugar de la siguiente manera: encontrábame
yo muy tranquila, volviendo a casa con mis compras, cuando, un
consumidor de sustancias, acometido de un fuerte acceso de lo que
asumo sería una disentería fulminante, consideró apropiado vaciar
el contenido de sus aquejados intestinos por el balcón de uno de
esos hoteluchos de mala muerte. Y quiso el cruel destino que
justamente yo me encontrara transitando bajo el balcón en ese
momento.
Sí.
Así mismo.
Fui
sorprendida por una lluvia de… ¿cómo describirlo sin herir
susceptibilidades? De algo que desee fuera excremento de paloma, pero
lamentablemente no tuve tanta suerte. O tuve mucha, pero de la mala.
Aunque afortunadamente sólo mi suéter recibió los daños, y no el
resto de mi ropa. O mi cuerpo.
Mi
confundida mente intentó hacer acopio de todos los recursos de
negación posibles, pero la realidad era innegable. Y se hizo más
palpable aún cuando los 3 policías que venían viéndome con
lascivia desde hacía una cuadra, salieron espantados, víctimas del
más profundo de los horrores. Resistí el impulso de caer de
rodillas al piso, levantar los brazos al cielo y gritar: «¡SEÑOR,
POR QUÉ ME HAS ABANDONADO!». Tampoco dejé mi bolsa en la acera y
me senté a llorar, como fue mi segundo impulso. Ningún alma
caritativa se apiadó de mí y me echó un balde de agua encima. Así
que hice lo que cualquier persona con un mínimo de entereza haría:
caminé las 4 cuadras que restaban hasta mi casa con la espalda bien
recta, y la cara bien en alto, haciendo uso de la mayor dignidad que
fui capaz de juntar, y aguantando mientras tanto las ganas de
devolver durante todo el camino. Y una vez en casa, procedí a lanzar
el malogrado suéter y la bolsa del mercado a la ducha, en donde los
lavé con todo lo que tenía y realicé ciertos rituales chamánicos
que requerían de fuego, sangre y sacrificio. Todo fuera por
exorcizar la innombrable suciedad con la que fui galardonada.
Una
vez terminados los rituales con el suéter y la bolsa, procedí a
hacer lo mismo con las cosas que, afortunadamente, estaban bien
protegidas dentro de la bolsa de mercado. Luego seguí con la casa, y
por último, con mi cuerpo, al que casi dejé en carne viva, pero que
logré sentir limpio después de lavarme con agua hirviendo,
cantidades industriales de jabón, gel antibacterial y bicarbonato de
sodio.
Y
todo esto se los cuento porque intento sacar algo positivo de mi
situación, y lo único que encuentro que pudiera ser positivo es que
alguien que piense que está teniendo un mal día lea esta historia y
diga: «Wow… por muy mal que esté, por lo menos no me ha cagado
encima un drogadicto disentérico desde el balcón de un motel de
mala muerte, y he tenido que caminar a casa con eso encima…». Y
¿saben? La vida se puede poner en perspectiva después de ver las
cosas desde ese ángulo. Dejando fuera los desastres naturales,
guerra, enfermedades y pérdidas de seres queridos, nunca nada de la
vida cotidiana va a ser tan grave, tan bajo, tan humillante y tan
oscuro, como este capítulo de mi vida. Que pronto voy a tener que
llevar a terapia porque no se cómo voy a poder continuar con mi
existencia después de un evento tan surreal, absurdo y nauseabundo.
En
fin, ya que mi vida se caracteriza por ser un canto a la resiliencia,
aquí transformo en abono lo que me cayó, para que florezca en
ustedes la idea de que si se puede sobrevivir a esto, ustedes pueden
con lo que sea. Nada jamás será tan grave.
Espero
no tener que seguir informando D:
Hasta
una próxima edición.
About author: Maitana Delgado
En este orden: Ser humano. Mujer. Emigrante venezolana en Argentina. Hija, hermana, amiga. Psicóloga egresada de la Universidad Católica Andrés Bello, Venezuela. Máster en Psiconeuroinmunoendocrinología de la Universidad Favaloro, Argentina en proceso. Facilitadora de Técnicas de Terapia Psicocorporal de ASOFIPSICOS. Escritora aficionada de mis aventuras desventuras. Practicante descoordinada, pero entusiasta, de pole fitness. Fiel creyente del humor como la mejor de las medicinas. Alma viajera con el monedero vacío, por los momentos. No puedo comer chocolate.
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Que cagada Maitana(literal y metafóricamente). Julio López.
ResponderEliminar¡Ni que lo digas! La pobre pasó semanas hablando de esa cagada (literal y metafórica) que le echaron. No creo que seamos capaces de comprender el trauma y el asco.
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