Exilio y emigración. Dos realidades sin comparación.

Como integrante de la diáspora de emigrantes venezolanos en el mundo, ha sido testigo de la constante batalla de argumentos de aquellos que se quedan en el país contra aquellos que se van y viceversa, quizás porque este proceso de incluir la decisión de dejar a nuestro país es muy nueva para nosotros como sociedad y eso es un proceso que debemos madurar. 

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La discusión entre el emigrante venezolano y el que se queda en su país.

Al leer argumentos de parte y parte, he podido entender con el paso del tiempo que cada persona tienes sus razones para decidir emigrar o simplemente no hacerlo, y que ninguno de los dos grupos tiene mejores razones que el otro, sino que las decisiones de cada quien corresponden a la libertad individual de qué hacer con su propia vida y cómo utilizar los recursos de los que disponen.

Exilio y emigración no son lo mismo

Quizás lo que me ha motivado a estas líneas es que desde este lado —que al final somos dos caras de la misma moneda en la que se ha convertido nuestra sociedad para todas las corrientes de opinión y pensamiento—, es que muchos han esgrimido el argumento —un tanto novelero, para mi gusto— de decir que somos exiliados de nuestra patria con una facilidad y soltura de lengua propias de los discursos polítcos de campaña electoral, que da miedo.

La verdad es que decir que aquellas personas que estamos fuera de Venezuela somos exiliados políticos en los distintos países a los que hemos llegado, es no menos que un guión de novela ridículo al mejor estilo que una novela de RCTV o Venevisión en sus buenos tiempos (dos de los canales venezolanos de televisión abierta más grandes y famosos en las últimas décadas).

¿Y es que no existen los exiliados venezolanos?

Ciertamente la situación en nuestro país, para muchos de los que decidimos irnos a buscar distintos aires, se volvió insostenible y hasta difícil de soportar a nivel personal o familiar, y también es claro que de cada uno de los elementos por los cuales consideramos a nuestro país como un lugar difícil para hacer nuestras vidas, cada quien se sostuvo de alguno en específico como razón suficiente para iniciar los trámites necesarios para emigrar. Pero no por ello debemos dejar de estar claros que se llegó a esa situación general por la culpa de toda nuestra sociedad, incluyéndonos a cada uno de nosotros.

Y es por lo descrito anteriormente, que los emigrantes venezolanos en el mundo en su mayoría debemos tener cuidado al decir que somos exiliados políticos o de cualquier otra índole, porque sí, existen personas que por haber enfrentado al gobierno que se encuentra en el poder en Venezuela desde hace 17 años, han debido dejarlo todo y salir huyendo literalmente del país so pena de caer en prisión, ser asesinados, amedrentados, secuestrados o coaccionados de alguna manera por anteponer sus ideas y principios al imperio de la oclocracia o de la conveniencia monetaria. Pero esta gente, los exiliados venezolanos no son la mayoría de los que componen la diáspora.

Conceptos sobre exilio y emigración

De la definición encontrada en la Wikipedia sobre el exilio es el hecho de encontrarse lejos de su lugar de origen por expatriación voluntaria o forzada, por diversos motivos, en los que se le niega explícitamente el regreso a las personas a sus naciones o ciudades con amenazas de cárcel o muerte.

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Emigrantes o exiliados, ambos procesos conllevan un trauma para quien se va y quien se queda, a pesar de eso, exilio y emigración son conceptos distintos.

En cambio, la definición que da la misma enciclopedia sobre la emigración es un poco más general sobre movimientos de la población de una tierra a otra en búsqueda de mejores condiciones de vida que no pudieron encontrar en el lugar de origen. Generalmente, estas condiciones son de índole social o económica. Pero en ningún lugar del concepto de emigración se expresa que existe un elemento de coacción como una pena de cárcel o muerte si el emigrante regresa a su lugar de origen

Entre otras diferencias en ambos conceptos se encuentra el hecho que la emigración es un proceso planificado en la mayoría de las ocasiones, mientras que el exilio es un proceso abrupto y con poca planificación. Los emigrantes suelen llegar a otros países para realizar un proceso de legalización de su estado migratorio ante las autoridades del país receptor, mientras que en muchos de los casos el exiliado debe negociar con las autoridades del país receptor su llegada y establecimiento en esa nueva nación, así como también se ve sometido a la imposibilidad de salir y entrar del país que le da asilo con libertad.

Un estudio de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) de Venezuela, sobre la emigración desde Venezuela en la última década realizada en el año 2011 refleja las características y el cambio del comportamiento estadístico de esta población a la que nosotros como emigrantes pertenecemos, desde los años 80 y 90 del siglo pasado hasta nuestros días. Por si usted ha llegado aquí y aún es de los que considera que el número de emigrantes venezolanos en el mundo no se ha incrementado.

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Si se midiera la cantidad de emigrantes en la historia de la humanidad por cantidad de maletas hechas, creo que nos quedamos cortos por mucho.

Así que por el bien de todos los venezolanos que estamos afuera en distintos países del mundo, para con nuestros anfitriones y para con aquellos compatriotas nuestros que han decidido quedarse en el país, no nos llenemos la boca de decir que somos exiliados políticos ni nada parecido, sino que entendamos que somos personas que voluntariamente decidimos emigrar a esos países y que nos nutriremos de nuestras experiencias allí a donde vayamos, bien sea para regresar a nuestra nación, establecernos definitivamente en la nación anfitriona o seguir como nómadas viviendo en nuevas tierras. 

Además, recordemos que no somos el primer pueblo que emigra de su país por problemas sociales, políticos y/o económicos, ni seremos el último. Y muchas de las naciones a las que hemos llegado, ya han vivido este proceso de emigración de sus conciudadanos o han visto llegar a diversas diásporas de inmigrantes a sus tierras durante años, mucho antes que la nuestra.

Si usted salió de su país y puede volver a él a visitar a su familia sin tanto problema o amenazas sobre usted, su vida y la de su familia, considérese un afortunado de ser un emigrante más y no un exiliado. En fin, exilio y emigración, dos realidades sin comparación

¿Te parece que estamos en lo correcto o nos equivocamos al hacer esta diferencia entre exilio y emigración? ¿Tienes alguna idea sobre estos procesos que desees compartir? Si es así, estaremos contentos que nos dejes tu comentario abajo.

Crónicas Maitanas: La crónica criminal - Parte II: Equipaje Incriminatorio


En la primera parte de esta crónica criminal, les comentaba que después de un viaje de 10 horas entre Buenos Aires y Houston, fui retenida por los agentes migratorios del aeropuerto estadounidense, bajo sospecha de… la verdad no sabría decirles de qué. Sin embargo, al revisar mis pertenencias, se hizo claro tanto para los agentes como para mí, el motivo de mi retención: estaba siendo revisada bajo sospecha de presunta prostitución y tráfico de sustancias.

Mirándolo desde cierta perspectiva, el asunto había comenzado a darme gracia. Allí estaba yo, a las 5:30 A.M., sin haber dormido nada después de tan largo vuelo, y con 7 agentes migratorios revisando los contenidos de mis tres maletas, que a pesar de que venían casi vacías, las pocas cosas que guardaban estaban contando una historia bien interesante.

Viniendo de una familia de médicos, en la cual se le daba una importancia especial a un «kit de primeros auxilios» al viajar, no era de extrañar que tuviera en mi neceser una cantidad respetable de pastillas y medicamentos destinados a salvarme en caso de cualquier necesidad. Tenía, de hecho, medicinas contra la gripe, el dolor de cabeza, de vientre, malestares estomacales, antibióticos para la sinusitis, infecciones urinarias y pare usted de contar. Porque mujer prevenida vale por dos.

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¿Qué hay de malo en estar excesivamente preparada para cualquier situación de salud que pueda surgir en un viaje? 

Claro, que al insoportable oficial migratorio que estaba a cargo de mi caso, no le resultó muy convincente mi explicación. Aparte, había revisado mis conversaciones de Whatsapp y vio que le escribí a un tal «Tío Flaco» (el apodo que le tengo a mi tío): «Nos vemos en Houston. Ojalá no vayan a pensar que la yerba mate de la que te antojaste es marihuana». Obviamente, el oficial a todas luces de ascendencia latina y hablando inglés con un marcado acento latinopretendió no entender español y me preguntó que si yo traía marihuana en mis maletas. Le explique que lo había dicho como broma hacia mi tío, porque traía un paquete con hojas verdes adentro, pero él no me creyó ni una palabra. Así que después de preguntarme varias veces, y de distintas maneras, si consumía sustancias psicotrópicas o drogas de prescripción, ordenó a sus subalternos a revisar por internet todas y cada una de las pastillas que traía conmigo. Amarga fue su decepción al no encontrar ahí ni un miserable Valium que confirmara sus sospechas. Sin embargo, le quedaba un as bajo la manga: el perro antidrogas.

Aparentemente, los perros de servicio de migración no pueden ser acariciados mientras trabajan. De eso me enteré cuando me llamaron la atención al intentar hacerle mimos al pastor alemán que se encontraba olisqueando mis pertenencias mientras dejaba pelos sobre mi ropa y mis maletas, y pisaba los alfajores que les traía a mis primas. El desinterés del cánido volvió a desesperar a mi captor, quién le restregó el paquete de yerba mate en las narices a ver si se había pasado algo por alto, pero el perro siguió de largo. Al policía se le acababan las opciones, así que comenzó a revisar los otros contenidos de mi cartera.


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Afortunadamente, Fido no tuvo nada que decir con respecto a mi equipaje. 

Como mencioné en la primera parte de estas crónicas criminales, recién había comenzado a trabajar como personal offshore para una compañía americana de reclutamiento; y llevaba conmigo un pequeño cuaderno en donde anoto las vacantes. Para evitarme aún más problemas de los que ya tenía, omití esa parte de la información cuando me hicieron el interrogatorio inicial. Lamentablemente, en dicho cuaderno se hallaba también un documento de la empresa para la que trabajo, en la que declaro que, como no resido en territorio estadounidense, no debo pagar impuestos al IRS. Sin embargo, el oficial se aferró al nuevo descubrimiento como una posible prueba incriminatoria, sugiriendo que yo sí debía pagar impuestos al fisco estadounidense, y los estaba evadiendo.

La situación era tan absurda que comencé a reírme, mientras le pedía que leyera atentamente el documento. Pero por supuesto, al agente no le interesaba leer nada, sólo conseguir que yo me contradijera en algo, por lo cual después de preguntarme varias veces y de distintas formas si yo estaba evadiendo impuestos al gobierno de Estados Unidos, se dio por vencido con ese tema y pasó a revisar mi pobre monedero, que contaba en su haber con humildes 200 US$.

Obviamente el oficial no entendía como una mujer de 26 años, que alegaba estar trabajando como niñera y haber reunido 200 dólares con su trabajo, viajaba a Estados Unidos con 3 maletas casi vacías e insistía en que venía a llenarlas «con la ropa vieja que le regalaba su tía». Y por mucho que yo tratara de decirle que en verdad, mi tía y yo somos de la misma talla y ella me regala tanta ropa y cosas que no utiliza que luego no me cabe en el equipaje, para él, el hecho era inconcebible. Intenté hablarle además de mi extraordinaria habilidad para encontrar ofertas y rendir el dinero, pero no me creyó. Y así fue que me encontré escoltada por dos agentes femeninas a un frío cuartito en donde me pidieron que me despojara de mis suéteres, zapatos y medias, y procedieron a cachearme en busca de drogas o armas ocultas en mi cuerpo. Mientras una señora entrada en carnes, desarreglada y con cara de pocos amigos me apretaba los senos y las nalgas en busca de sabrá Dios qué cosa, intenté darme ánimos a mí misma imaginando que el cacheo me lo estaba haciendo Channing Tatum, el actor de Magic Mike, porque la cruda realidad era que ya no se podía caer más bajo. Y cuando ¡oh, sorpresa! La inspección de mi cuerpo también fue negativa, se me permitió volver a la máquina de rayos X, en donde el maligno enanito me esperaba con otra hipótesis más.


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¡ME DECLARO CULPABLE! (soñar no cuesta nada...)


Después de haber revisado mis fotos personales en mi celular mientras yo era revisada, el oficial de migraciones se había dado a la tarea de atar cabos: «Miss Delgado, veo que usted hace pole dance. Eso explica muchas cosas». Al observar mi expresión de incredulidad, procedió a explicarme que, en vista de que traía conmigo sólo 200 dólares, el único pantalón que traía era el que tenía puesto, y en cambio tenía muchas pantaletas/bombachas/calzones de vivos colores (las cuales iba a regalar a mis primitas porque mi mamá me las compró de 3 tallas menos que la mía), era obvio que pretendía llenar mis maletas «trabajando». Y con el tono dejó entrever que por «trabajo» se refería a la profesión más antigua del mundo. Porque en su cabeza, había formado la siguiente ecuación: 


+ pantaletas – pantalones + pole dance - dinero = PROSTITUCIÓN FLAGRANTE.

Pensándolo bien, la cosa hasta tenía sentido. Sin embargo, mi actitud colaboradora y calmada se terminó de romper en ese momento, y le dije que si estaba insinuando que yo había venido a prostituirme, estaba muy equivocado. Ahí saltaron en su defensa el resto de sus colegas, conscientes de que ante un juzgado, yo podría alegar que el oficial migratorio me estaba difamando y dijeron que él nunca había insinuado eso, pero que si se veía desde un punto de vista racional, ¿quién viajaba sólo con un pantalón y una docena de pantaletas nuevas de vivos colores?

¡PUES YO, COÑO!
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Si yo fuera prostituta, estaría viajando así, y no al lado de dos hombres que no me dejaban salir a hacer pis, y comiendo comida que sabía a medias sucias. 

Afortunadamente, el policía de migraciones comprendió que se estaba metiendo en aguas turbias con sus hipótesis, ya que no daba pie con bola en ninguna. Por lo que no le quedó más que recurrir al último recurso que le quedaba: comprobar si era verdad lo que yo venía diciéndole desde hacía tres horas, y ver si había un tal señor José Delgado, mi tío, esperándome en afuera.

Ya para ese entonces, me fijé que era la única persona en toda el área de rayos X que no portaba uniforme policial. Habían desplegado casi todo el personal de refuerzo del aeropuerto para revisar mi equipaje y mi extenso “kit de primeros auxilios”.  Y era evidente, por su cara de aburrimiento mientras revisaban el nombre de cada una de mis pastillas en la computadora sin encontrar nada interesante, que el resto de los suboficiales se habían dado cuenta que, a pesar de lo aparentemente incriminatorio de mis pertenencias, yo era sólo una pasajera inofensiva, un poco hipocondríaca y escasa de dinero, que venía a pasar unas semanas con su familia.

A todas estas, ya eran las 8 A.M., y yo tenía tres horas parada, sin comer ni beber nada, con la vejiga a reventar, y todas mis pertenencias expuestas en la sala de rayos X. El agotamiento hizo de las suyas y terminó de evaporar el último vestigio de paciencia que me quedaba. Los que me conocen, saben que estoy en mi momento de mayor agresividad y hastío cuando tengo sueño, y precisamente ese estado me llevó a decir en voz alta a los oficiales: «¡Bueno, ustedes verán si me devuelven para Argentina, para Venezuela, o me dejan pasar. Pero yo tengo hambre. Así que con su permiso, yo voy a comer, y me voy a poner a leer este libro. Ya me informarán ustedes cuando terminen, que es lo que van a hacer conmigo!». Y con total desparpajo, saque unas galletas de arroz y un frasquito de agua de mi cartera, mientras retomaba la lectura que había comenzado en el avión, apoyada incómodamente en la cinta transportadora de la máquina.


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 Porque se me acabaron todos los que tenía.

No había leído dos páginas cuando llegó el oficial migratorio maligno a decirme que había hablado con mi tío, y que este le había dicho que yo venía, como ya había hecho en tres ocasiones anteriores, a cuidar a mis primitas mientras él y mi tía se iban de viaje; que sí, él iba a cubrir mis gastos de alojamiento y comida, y que sí, mi tía en verdad me iba a regalar tal cantidad de ropa que yo iba a necesitar esas dos maletas. Por mucho que amenazó a mi tío, lo intimidó diciéndole que iba a perder su ciudadanía estadounidense y su trabajo, y le preguntó que si yo me ganaba la vida de otra manera que no fuera siendo niñera, el policía no logró obtener ninguna información que validara su hipótesis de que la mujer que había retenido por más de tres horas, era una prostituta-narcotraficante-terrorista.

No le quedó más remedio al hombre que dejarme ir, según él, porque era muy temprano aún y no había llegado su superior, quién seguramente si me habría deportado. Y después de decirme que ni se me ocurriera trabajar mientras estuviese en suelo norteamericano, ni manejar, ni casarme con un norteamericano por la nacionalidad, se fue a cargar mis datos en un sistema, dejándome a cargo de dos policías, que amablemente me ayudaron a volver a llenar mis maletas. Uno de ellos, interesado en la maestría que estoy haciendo, me iba preguntando qué podía hacer para complementar el tratamiento de su hipertensión mientras me ayudaba. Una cosa llevó a la otra, y terminamos hablando acerca de la disfunción eréctil que al parecer, «le afectaba a un amigo». Lo orienté como pude, tomando en cuenta la falta de privacidad que podíamos tener en la sala de rayos X del aeropuerto.


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Demasiada información para el poco tiempo que tenemos conociéndonos, oficial.

Otro policía, discretamente, se me acercó a devolverme mi Tablet (la cual estuvo encargado de revisar), y me dijo quedamente en español que borrara de mis cuentas de correo electrónico todo lo relacionado a mi trabajo freelance para la empresa americana mientras estuviera en el país, por si acaso. Le agradecí su consejo y su ayuda, por haberle dicho a su superior que mi Tablet no tenía nada extraño, y la guardé en mi cartera.

Finalmente, el enanito llegó con mi pasaporte, y me informó que ya no podría quedarme los 6 meses que inicialmente permite la ley estadounidense, sino sólo un mes, porque «no le había gustado la actitud que tomé en el interrogatorio». Le informé que sólo iba a estar tres semanas, como estipulaba mi pasaje; pero él, para no perder la costumbre, ignoró olímpicamente mi comentario, me recalcó que ni se me ocurriera quedarme de ilegal en Estados Unidos, y me entrego ¡por fin! mi pasaporte. 

Los otros dos oficiales migratorios me ayudaron a cargar mis maletas en el carrito, y prácticamente corrí hasta la salida, en donde finalmente, y después de 4 años, me reencontré con mi tío.

Luego del abrazo reglamentario, lo primero que le dije fue que nos fuéramos rápido del aeropuerto, porque necesitaba con urgencia urgentísima hacer pis. Mi tío se detuvo y me dijo que fuera a uno de los baños del aeropuerto, que él me esperaba. Pero yo ni loca, ¿a ver si el enanito me llevaba presa por hacer pis de manera indebida? No, señor. Los empujé a él y al carrito hacia el ascensor, y haciendo eco de toda mi rabia, mi indignación, mi cansancio y mis nervios, le espeté: «¡Vámonos, porque yo no pienso ni mear en esta mierda!».

Y así, señores, concluye mi penosa travesía desde Buenos Aires hasta Houston, la cual les he contado con la esperanza de que si van a viajar, estén conscientes de lo que empacan en sus maletas, porque a veces, las cosas más inocentes pueden terminar metiéndonos en un problema que esperemos, no termine yendo más allá de una grandísima ARRECHERA.


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Crónicas Maitanas: La crónica criminal - Parte I: Aterrizaje Forzoso

La primera parte de esta Crónica Criminal, comienza de la manera en que lo hacen todas las historias que terminan en desastre: sospechosamente pacífica.

Después de un ajetreado verano que incluyó 12 horas de trabajo como niñera de lunes a viernes, y una monografía de mi postgrado que debía entregar en marzo, fui sorprendida con la noticia de que mi tío pensaba enviarme el pasaje para que lo visitara a él y a su familia a finales de ese mes…y de paso cuidara unos días a mis primitas mientras ellos se iban de viaje.

La verdad es que sí, y ¡qué aventura!
(Imagen extraída de https://travellingnotdead.wordpress.com/2015/04/12/im-going-on-an-adventure/)

El inesperado ofrecimiento me venía de maravilla, ya que había logrado reunir 200 dólares con mi trabajo de niñera (pobre, ¡pero a mucha honra!), y me convenía mucho más comprar en EEUU la ropa y ciertos artículos del hogar para los que había estado ahorrando. Aparte, justamente a finales de febrero había comenzado a trabajar como reclutadora freelance para una empresa, y esperaba mi primer pago mientras estaba de viaje. Las cosas no podían desenvolverse de mejor manera, ya que dicho trabajo lo puedo hacer desde cualquier parte del mundo, con solo tener una computadora y acceso a internet.

Previo a mi viaje, quise agasajar a mi familia con algunos souvenirs de Argentina, por lo que decidí comprarles lo que me pareció más emblemático y accessible a mi magullado bolsillo: una botella de vino de Mendoza para mi tía, una caja de alfajores y otra de bombones para las niñas, y un paquete de la tradicional yerba mate, a pedido de mi tío. Uno pensaría que todo el mundo sabe que en Argentina se toma mate. Pero al parecer, el hecho no es tan del dominio público como yo pensaba.

Yerba mate, tesoro argentino...que muchos aún desconocen, para mi desgracia
(Imagen extraída de http://yerbaverdeflor.com/)

Así que, ignorante de lo que me deparaba el destino, repetí feliz el mismo procedimiento que varias veces antes había hecho ya. Metí dentro de mi maleta mediana dos camisas, un neceser de artículos de higiene personal y medicinas -entre las cuales se encontraban algunos antibióticos, porque uno nunca sabe si se enferma estando de viaje-, la botella de vino, los dulces y el paquete de yerba. También empaqué 6 pantaletas/bombachas/calzones nuevos y de vivos colores, que me había mandado mi madre de Venezuela cuando le comenté que se me había quemado casi toda mi ropa interior al ponerla a secar durante la estufa en invierno. Lamentablemente, el obsequio de mi madre no era de mi talla, porque mi progenitora siempre ha insistido en comprarme ropa 3 tallas menos de la que uso, pero esa es otra historia. El caso fue que las empaqué con la esperanza de que mis primas, de 11 y 10 años de edad, pudieran usarlas.


Después, procedí a meter esa maleta mediana dentro de una más grande; y por último, metí en mi maleta de mano unas galletas, un estuche con champú, jabón y acondicionador. Como les dije antes, este procedimiento lo había repetido varias veces antes al viajar a Houston, ya que me llevaba las maletas casi vacías, y me devolvía con el equipaje a punto de estallar, repleto de las cosas que compraba -porque salían mucho más económicas que en Venezuela-, más la ropa vieja, pero en buen estado, que mi tía ya no usaba. Así mismo, como María la del Barrio, gran parte de mi vestuario y mis pertenencias se las debo a la bondad de la tía July. Y como yo sabía que entre mis 200 USD, la caridad de mi tía y mi primer sueldo, mis maletas iban a volver bien gorditas, no me preocupé por nada y me embarqué en un taxi, rumbo al aeropuerto.

Más o menos así venían mis maletas
(Imagen extraída de http://www.listentolena.com/2013/06/the-empty-suitcase.html)

Abordé mi vuelo sin ningún contratiempo y despegué de Buenos Aires a las 9 P.M., con destino a la ciudad de Houston, en EEUU. Las 10 horas que duró el viaje se hicieron pesadas, porque iba en la ventana, y a mi lado tenía dos hombres que iban profundamente dormidos, sin consideración alguna con mi microscópica vejiga, que necesita vaciarse al menos cada hora. Pero conseguí dormir por lo menos una hora, y las 9 restantes las pasé leyendo un libro, que afortunadamente me habían regalado antes de viajar, y que me distrajo de pensar en que mi vejiga iba a estallar en cualquier momento.

El mantra de Sheldon Cooper logró distraerme de mi imposibilidad para llegar al baño en el avión
(Imagen extraída de https://es.pinterest.com/chr2989/sheldon-cooper/)

Aterrizamos en Houston, Texas a las 5 A.M. del 22 de marzo. Transcurrieron alrededor de 35 minutos mientras pasaba por inmigración, buscaba mis maletas y hacía pis (¡por fin!). Mi batería del celular estaba ya en amarillo cuando logré avisarle a mi tío que ya estaba por salir, y a la vez el me respondió que estaba esperándome afuera. El momento de reencontrarme con mi familia, después de 4 años sin vernos, se hacía cada vez más cercano. Sin embargo, el lector ya sabe que mi destino siempre me hace dar unos cuantos desvíos antes de llegar a las metas. Por eso, casi, caaasi, no me sorprendí cuando ya estaba en el último punto de control de migración, y el agente, sin mirarme a los ojos, me dice: “usted va para rayos X”.

Pasaron por mi mente varias posibles razones de mi selección, entre ellas, que había respondido que no traía conmigo comida, cuando tenía un paquete de galletas en la cartera y una caja de bombones y otra de alfajores. ¿Se consideraría eso como ocultarle información a la autoridad? Sin embargo, até cabos cuando pensé en el paquete de yerba mate que me había pedido mi tío y que yo con tanto cariño había comprado. Pero ya no me sentía tan cariñosa. Si lograba salir de esto, le iba a obligar a beberse el bendito paquete de un solo trago. ¡Mis sacrificios no podían ser en vano!

Como pensé que saldría mi "mugshot" si me llevaban presa, a las 5:30 A.M., después de un vuelo nocturno y de no haberme cepillado los dientes
(Imagen extraída de http://www.teamjimmyjoe.com/2013/08/funny-mugshots-vol-ii-30-crazy/)

Ojalá los agentes de policía supieran algo de la cultura argentina

Pasé unos 20 minutos en cola, esperando que registraran a un chico y una chica, a los que dejaron ir casi de inmediato. Pensé que lo mismo ocurriría conmigo, así que me relajé, y saqué mi libro para ir leyendo mientras esperaba. Aprovechando mi crítico nivel de batería, intenté ponerle un mensaje a mi tío para que no se preocupara, pero en mi ignorancia, desconocía que el área de rayos X no tiene wi-fi.

El primer agente de policía que revisó mis cosas, fue muy amable. Me preguntó acerca del motivo de mi residencia en Argentina, la situación de Venezuela, y no se inmutó cuando sacó mi férula dental nocturna de la cartera -con la cual debo dormir-, que seguía llena de baba porque cuando mis compañeros de asiento se dignaron a despertar, ya teníamos que desembarcar el avión y no había podido lavarla. Más bien, me comentó que su hijo de 7 años también debía usar una porque rechinaba los dientes mientras dormía, al igual que yo. Pensé que todo iba de viento en popa, a pesar de que notaba al policía contrariado ante la discrepancia que presentaba lo enorme de mis maletas con la escasa cantidad de ítems que traía. La gran cantidad de pastillas que había en mi neceser también lo confundieron un poco, pero no emitió mayores comentarios al respecto.

De repente, salió de la nada un agente bajito, latino, que comenzó a gritarme que yo no era ciudadana americana, y por lo tanto no tenía derechos en ese país. Lo intempestivo de la aparición del policía, junto con lo rudo y fuera de lugar del comentario, me dejaron sin palabras, que igual no hicieron falta puesto que mi cara expresaba todo lo que pasaba por mi cabeza en ese momento: “¿what the fuck?”.

"Is this real life?"

El policía debió adivinar mi expresión, puesto que siguió elevando el tono de voz para decirme que dejara mi “actitud” y mi “drama”, y que él no iba a dejarme pasar a su país. Su comentario generó una nueva expresión facial de desconcierto de mi parte, cosa que le ofuscó aún más, y le llevó a advertirme que una nueva “falta de respeto a la autoridad” sería tomada como delito federal.

 Supongo que una expresión así es muy elocuente como para no considerarla una ofensa a un agente de la ley

Me imaginé que toda la situación sería un esquema “policía bueno/policía malo”, como los que se ven en las películas. Así que al ver que el enanito era el “bad cop”, y que su función era la de intimidarme, pero no le interesaba en lo más mínimo dialogar conmigo, decidí que mi mejor opción era responder únicamente lo que me preguntaba.

Desafortunadamente para mí, mis pertenencias estaban relatando una historia comprometedora que me iba a poner muy pronto en serios aprietos.

Una generosa cantidad de pastillas, ropa interior de vivos colores, un solo pantalón (el que tenía puesto), un documento legal que indicaba que trabajaba para una empresa americana, fotos mías haciendo pole fitness, un paquete con hierbas sospechosas (para los que no saben lo que es la yerba mate, claro está), un mensaje de WhatsApp con la palabra “marihuana”, 200 dólares, ninguna tarjeta de crédito y dos maletas enormes casi vacías, cuya dueña había insistido ingenuamente que venía a llenar de ropa y artículos del hogar, a pesar de lo escaso de su presupuesto…

No es difícil entender por qué terminé con 10 agentes de seguridad revisando mis affaires.



Pero mejor les sigo contando en la segunda entrega de esta Crónica Criminal.


Europa ante el terrorismo. Perspectiva de un emigrante.

Hoy nos despertamos de este lado del Océano con esta noticia. (Imagen tomada de: 20 minutos)

Emigrar, a diferencia de ser exiliado o desplazado, sea por las razones que sean, es un proceso voluntario en el que la persona decide dejar su país de origen o de residencia para dirigirse a otra nación donde evidentemente va a encontrar un entorno cultural que es diferente de aquel de donde salió. Mientras que un desplazado o exiliado, normalmente vive un proceso mucho más brusco de arrebato de todo lo que esa persona era o acostumbraba a ser y a hacer, por lo cual llegar a una nación que lo acoja es un choque que debe tener un impacto mucho más grande en su psique, que quien decide llegar a un país voluntariamente.

Dejando esto en claro, entender un proceso tan complejo en una sociedad como es el desplazamiento masivo de poblaciones a otros países, es tan complicado que ni siquiera se compara con las diásporas de emigrantes que salen de sus lugares de origen que aunque se encuentren en crisis, aún conservan algo de institucionalidad mínima o de mecanismos para decidir irse o quedarse a voluntad.

Escribo esta reflexión hoy, día en el que justamente otra ciudad representativa de la cultura occidental y capital de la Unión Europea, Bruselas, es atacada por el terrorismo.

La permanente disyuntiva de Europa

Como emigrante, hoy en día radicado en Argentina, mi primer paso en la ruleta de la emigración desde Venezuela, fue irme a Europa a probar suertes en Dublín, Irlanda con un curso de inglés de un año académico. De ahí aprendí que para lograr radicarse definitiva y legalmente en un país de la comunidad europea, para alguien que no cuenta con lazos comprobados con ninguna nacionalidad de esa región, es un proceso muy costoso y complicado.

Pero para mi sorpresa, antes, durante y después de mi estadía allá, noté una política de puertas abiertas con los refugiados que escapan de los conflictos existentes en Oriente Medio y el norte de África.

Antes que se adelanten a pensar que esto es una crítica, les salgo al paso: me pareció hasta cierto punto, una labor loable la de muchos irlandeses que conocí, por ejemplo la de prestar apoyo a familias de desplazados a establecerse y adaptarse a la cultura de su nueva nación adoptiva; e inclusive vi como muchos refugiados ya tenían sus negocios propios y poco a poco estaban haciéndose parte del paisaje diario de la ciudad.
Una Europa que se polariza entre qué hacer con la situación de los refugiados y su relación con los atentados que está sufriendo. Dos caras de una misma moneda.

Lo que más me preocupó realmente, es que desde otros sectores de la sociedad irlandesa o de algunos representantes políticos se generara una especie de sentimiento ultra-nacionalista y xenófobo que pudiera afectar inclusive nuestra estadía —aunque la verdad eso no tuvo nada que ver con mi salida de Irlanda—, así como también temía por la llegada de personas malintencionadas, escondidas entre los miles de refugiados que tuvieran en mente poner en acción planes en contra de sus naciones adoptivas —y tenemos que tener claro que unos pocos pueden hacer mucho ruido y causar gran caos—.

La verdad es que a Europa, desde entonces la veo sumergida entre las corrientes que defienden recibir a todos los refugiados posibles, como una especie de retribución por daños causados, corrección política o reivindicación histórica por los procesos vividos por ellos y la de los que quieren cerrar sus puertas a la acogida de desplazados y personas que son desarraigadas contra su voluntad de sus países de origen.

Y mientras tanto, ni se han atacado las causas que han generado los conflictos en Medio Oriente y norte de África, ni se evitan las consecuencias con la llegada de posibles terroristas o personas que en un proceso tan duro como el desarraigo violento de su nación de origen los hace presas fáciles de los inescrupulosos que quieran fundar células terroristas en el interior del continente europeo.

El futuro no pinta muy brillante

Entre mis experiencias de emigrante aquí en Argentina, tuve el placer de asistir a unas clases magistrales sobre el contexto histórico, político y económico que tiene al mundo sumido en esta situación dictadas por profesores de institutos de negocios de aquí. En estas charlas aprendí que la conflictividad del Oriente Medio no data desde la intervención de los EEUU en los conflictos de Afganistán e Iraq, ni siquiera tampoco desde que se decidió fundar el Estado de Israel entre Jordania y Egipto, sino que tiene su origen desde que se estableció el comercio de seda con la Ruta de la Seda entre los primeros imperios europeos y China, India y el resto de Asia.

Hoy en día, la conflictividad no se debe a la seda, pero sí a otros commodities como el petróleo y el gas y a su propiedad geográfica de comunicar Asia con Europa. Y no sólo los Estados Unidos tienen intereses en esta región, sino también los países europeos y la misma Rusia y China, porque parten de la premisa que quien controle esta región controlará la más importante zona de transporte comercial del mundo ¡cuánto poder!. 

Así que, sin profundizar en razones de nadie, ver que esta región tiene tanto por ofrecer al resto del mundo, no se prevé un cese a la conflictividad, lo que generará más desplazamientos. Y con una Europa que insiste en la corrección política para justificar algunas cosas como mantenerse en la lucha por medioriente y no trasladar a los refugiados su rigidez inmigratoria como la que aplica a los muchos emigrantes que llegan de otras regiones del mundo, puede traer un costo muy alto que hoy se traduce en un atentado terrorista en Bruselas similar a los de París, pero que mañana puede costar el estilo mismo de vida de la cultura occidental, eso sin contar el irreparable costo colateral de los atentados y las guerras civiles que se viven en Turquía, Siria, Líbano y Libia, por mencionar algunos.
Con la conflictividad en aumento, no es raro encontrarse estas imágenes con sólo escribir en un buscador: "Europa"

No todos los días las situaciones son tan singulares y entretenidas como las de las Crónicas Maitanas, lamentablemente

¿Qué creen ustedes sobre la situación que se le plantea a Europa con este nuevo atentado en Bruselas? ¿se debe controlar mejor la llegada de refugiados? o ¿se debe avocar a evitar el conflicto en Siria y con el Estado Islámico?

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Cómo pedir la mano en Roma y no morir en el intento

Italia. Ese encantador país, donde se encuentran sembradas las bases de la cultura occidental, lleno de encantadores paisajes y exquisiteces culinarias. ¿Quién no soñaría con ir a ese hermoso país a pedir la mano de su pareja y quién en su sano juicio no desearía que en ese lugar no le fuera pedida la mano en matrimonio?
¡Oh Italia! Si todos los días tus cielos estuvieran así de claros.

Soy un tipo algo chapado a la antigua e influenciado por los cánones de romanticismo popularizados por Hollywood y es por eso que cuando decidí recorrer Europa con mi novia en el año 2013, pensé que no podía haber mejor set-up para una pedida de mano que una de las escalas de dicho viaje. Mi novia se encontraba ese año estudiando inglés en Dublín, Irlanda, mientras yo estaba trabajando en Venezuela reuniendo de a poco para activar mis planes migratorios, así que me comuniqué con Daniela su hermana que se encontraba también allá en Dublín para decirle que le enviaría un regalo a Mary pero como era en calidad de sorpresa, debía esconderlo hasta que yo llegara allá para que me lo entregara y así yo pudiera dárselo a su hermana en el momento correcto.

Y fue entonces como compré un anillo de plata con 3 pequeños diamantes de 0.4 carats por Amazon muy romántico, lo se y lo envié a casa de Daniela, esperando tener la suerte de que llegara antes que yo y pudiera poner en acción el plan.

Tres semanas después de esto, emprendí mi viaje con la expectativa del momento planificado en mi cabeza y la incertidumbre por la llegada del anillo a Dublín, que hasta el momento de mi abordaje no había tenido noticias de él.

Por suerte, y gracias a un largo viaje de casi 24 horas, al momento de llegar a Dublín, ser recibido por Mary y llevado hasta casa de Daniela, donde nos hospedaríamos durante este viaje, hubo el tiempo suficiente para que durante mi travesía de Venezuela a Irlanda, el anillo llegase en su para nada discreta caja roja y fuera escondido por Daniela en su casa, no sin antes haber delatado mis intenciones.
Un paseo rápido por Dublín, antes de partir al viaje.

Y así, con anillo escondido en equipaje arrancamos en nuestra gira por varios países europeos: Escocia, Inglaterra, Italia, Francia y España, para volver a Irlanda. Con Italia y más precisamente, Roma en foco, donde pretendía poner en marcha el plan de pedirle la mano porque era la ciudad que más le emocionaba y entusiasmaba conocer en el viaje y la asociaba como la meca del romanticismo y aparte tenía un vago recuerdo que era su ciudad favorita, o eso pensaba. Lo que no esperaba era el plan que Italia tenía para mi propuesta.

Todo empezó en el momento que llegamos a Roma retrasados, luego de perder el avión de Ryanair en Londres y pagar una multa de unos USD 150 per cápita por penalización y cambio de horario (Consejo: si viajan por Europa con Ryanair o alguna otra aerolínea de bajo costo, recuerden llegar a tiempo a los aeropuertos y tengan en consideración que los vuelos salen desde terminales secundarias que normalmente quedan a horas de las ciudades que se visitan).

Al llegar a la ciudad desde Ciampino, en otoño a las 12 AM, por supuesto no encontramos a nuestra anfitriona en el hostal, quien pensaba que llegaríamos al día siguiente, dado que no nos comunicamos más por falta de acceso a internet. Gracias a la línea telefónica irlandesa de Mary, pudimos localizar a Sandra una chica camerunesa radicada en Italia desde muy temprana edad, quien nos buscó en la puerta del hostal y nos permitió entrar a dejar nuestro equipaje en la habitación que deseáramos de 3 de las 4 de las que disponía el pequeño hostal. Al terminar de descargar en la habitación y luego de notar nuestros rostros de hambre y cansancio, Sandra se compadeció y nos invitó a su casa a comer lo que le quedó de unas pastas con camarones que había preparado para unos amigos que había cenado más temprano en su casa, a unas cuadras del hostal. No se si sería por el hambre o por el sabor tropical de Sandra, pero mientras ella nos contaba sobre su vida y cómo llegó a Italia, degusté la mejor pasta con camarones que había probado en mi vida.
Un lluvioso otoño en Roma.

De los 3 días que estuvimos en Italia, 2 los tomamos para hacer turismo entre frío otoñal, calor y lluvias y el último día, lo dediqué a poner el cambio de planes en acción desde temprano, dado que durante los primeros dos días, Mary se enteró que podríamos conocer Florencia gracias a un viaje de ida y vuelta en tren.

Así que compré los boletos, tomé la cajita con el anillo, la coloqué en mi bolsillo y salimos rumbo a Florencia con la idea de cambiar el Trastevere en Roma por il Ponte Vecchio en la cuna del Renacimiento, como escenario para la romántica declaración.
Tú, yo, el Ponte Vecchio, ¿qué me dices nena?

Pero la cosa no fue así. Y es que en Florencia estaba lloviendo y el paseo por los lugares más emblemáticos de la ciudad se vio retrasado por el temporal. En consecuencia, también se retrasó la hora de almuerzo, del postre y de la pedida de mano frente a Ponte Vecchio y por supuesto, hubo que tragarse la pizza y el helado y salir corriendo de vuelta a la estación bajo la lluvia porque perderíamos el tren y nos quedaríamos varados.

Y con unos cuantos litros de agua encima de la ropa, y ésta pegada al cuerpo, el bulto que hacía la cajita en el pantalón de Guillermo se hacía más que evidente y llamaba la atención de la siempre despistada Mary.
La Plaza del Pueblo. ¿Quién lo diría?

Una vez de vuelta en Roma, no me quedó de otra que ante la inminente caída de la noche y el cierre de muchos locales de ese 15 de noviembre, apresurarme en llegar al Trastevere, cenar y aprovechar para pedirle la mano. Pero en nuestro andar hacia el famoso barrio, Mary se empezó a ver afectada por el hambre, lo que le provocó un malestar general y una pequeña descompensación que nos obligó a resignarnos a cenar en un pequeño restaurante/café al lado de las basílicas gemelas en La Piazza del Popolo (tan cerca y a la vez tan lejos) y con la venida de la lluvia a Roma como que al tiempo le pareció gracioso que ese día debía llover en las horas más inapropiadas, y ante el cansancio de la aventura del día, Mary no quería seguir caminando más hasta el barrio al otro lado del río Tíber, combatí la desazón que me producía todo el desastre en el programa y ahí, en medio de la plaza saqué la caja del anillo y le hice la propuesta, bajo la llovizna que empezaba a caer sobre la ciudad, convirtiéndose la Plaza del Pueblo de Roma, el lugar destinado por los dioses para realizar la declaración, que fue respondida con un efusivo sí, seguido de un largo abrazo y un beso.

Arancini y chocolate caliente. ¡Qué mejor combinación para una cena romántica!

Y el resto, señores, es historia…

Ah sí, y luego, al día siguiente cuando tomamos nuestro vuelo a la ciudad de París, Mary me confesó que ésa, y no Florencia (ni Roma), como yo pensaba, era la ciudad de sus sueños.